Borges hablaba bien de las erratas. José Bianco recordó que cuando era jefe de redacción en la revista Sur y aparecía un texto suyo las palabras de Borges eran: “Mejorado por varias erratas”. Lo cierto es que las erratas le malpagaron a Borges, hasta el final.
Un año antes de morir apareció Los conjurados (1985). Borges: Soy ciego. ¿Alguien puede decirme si el libro tiene erratas? Reportero: No tiene erratas, Borges. Borges: ¿Está seguro? Reportero: Yo lo leí completo y no encontré ninguna errata. Borges: Entonces ya nada puede salvarme.
Y no. En su poema “Sherlock Holmes” para subrayar la índole ficticia del personaje Borges había dictado: “No va jamás al baño”. Quien tomó el dictado puso: “No baja más al baño”. Es decir, Sherlock Holmes ya no hacía sus necesidades en el baño de abajo sino en el de arriba. Había errata pero no mejoraba al texto.
Leo (NYT, 15/7/25) que dos especialistas resolvieron un enigma. En el siglo XIV Geoffrey Chaucer se refirió al poema “El cuento de Wade”. Sólo sobreviven unas cuantas líneas citadas en un sermón del siglo XII y descubiertas en 1896. Desde entonces se leía: “Algunos son elfos y algunos culebras; algunos duendes que habitan las aguas: no hay ningún hombre, sólo Hildebrand”. Al parecer se trataba de un hombre entre elfos y otras criaturas de dar miedo, algo salido de la historia de algún gigante mitológico o fantástico, como un Beowulf contra los monstruos. Pero todo por una errata: algún copista leyó elves, elfos, donde debía decir wolves, lobos. Ha de leerse entonces: “Algunos son lobos y algunos son culebras; algunos son serpientes marinas que habitan las aguas. No hay ningún hombre sino Hildebrand”. Nada fantástico. El poema se refería a un mundo y a un personaje caballerescos y de amor cortés. Hildebrand es el único hombre porque los otros hombres que lo rodean son como animales.
Ante esto uno podría imaginarse al autor anónimo del poema vocear desde el fondo de 900 años: “Ya qué chiste. Mejor devuélvanme mi errata”.