Dice Fernando Navarro Antolín en el prólogo (Gredos, 2010) a las Saturnales de Macrobio (IV-V d. C.): integran sus siete libros “las supuestas conversaciones mantenidas por una serie de personajes reunidos en un banquete para celebrar durante tres días” (17, 18 y 19 de diciembre) las fiestas por Saturno. En gran parte de las Saturnales el tema es Virgilio. La obra nos ha llegado incompleta, hay cuatro lagunas. Me le quedo viendo a la segunda: qué ganas de haber sabido qué traía sobre el tema de Virgilio y las artes adivinatorias. Uno se pregunta si esta laguna en particular tendría que ver con la decisión de alguien: borrar al Virgilio adivinador “pagano” y dejarlo nada más como el que, se creía, en su égloga IV predijo el nacimiento de Jesús. Igual: Virgilio quedó como un campeón del augurio y hay tal cosa como las suertes virgilianas.
Apunto lo más emocionante que he leído al respecto. En el prólogo a La Eneida (Viking, 2006) Bernard Knox cuenta que en 1945 era capitán del ejército estadunidense y junto con otros partisanos franceses fueron liberando de alemanes el Norte de Italia. En una aldea entre los escombros de los bombardeos vio un libro de Virgilio publicado por la Academia Romana “IUSSU BENEDICTI MUSSOLINI”, “Por orden de Benito Mussolini”. Dice Knox: “Entonces recordé las Sortes Virgilianae. Cerré los ojos, abrí el libro al acaso y puse mi dedo sobre la página”. Eran unos versos de la primera geórgica de Virgilio: “…un mundo en ruinas…/ lo bueno y lo malo se intercambian; por todas partes/ tantas guerras, tantas formas del crimen/ nos afrontan; ningún honor debido se ocupa del arado./ Los campos, faltos de agricultores, todos en desorden…/ en el mundo entero/ la Guerra Impía se propaga”. Italia, exactísima: sus vías de trenes en destrozo por la aviación aliada, sus elegantes puentes volados por los alemanes conforme huían y sus campos con siembras no de semillas por los agricultores sino de minas por los ingenieros alemanes. Virgilio había dicho verdad”.