Amor es una de las palabras más empleadas, la hemos utilizado como bandera, tanto para realizar las obras más nobles (por amor a nuestros semejantes), como para justificar las acciones más terribles (por amor a la raza o a la patria).
La historia, la literatura y la pintura están inmersas en sucesos e imágenes donde el amor tiene un protagonismo preponderante.
El amor suele ser el símbolo y a veces la excusa, para realizar acciones en las que empeñamos nuestra energía.
Dante dedicó su vida a la adoración de Beatriz (amor platónico), la madre Teresa al cuidado de los enfermos (amor al prójimo), Amundsen a la conquista de los polos (amor a la aventura) y un anónimo cabeza de familia a trabajar incansablemente para sacar adelante a sus hijos (amor paterno).
El amor lleva a realizar las tareas más maravillosas o más desesperadas y absurdas (morir por amor). Sin embargo, muchas de las acciones que llevamos a cabo “por amor”, en realidad han sido hechas por motivación.
La motivación es una fuerza que engloba al amor y que muchas veces confundimos con él, y al igual que el amor nos hace sacar lo mejor de nosotros mismos.
La motivación se pone en marcha a través de tres fuerzas primordiales: la supervivencia que nos hace respirar, buscar alimento y reproducirnos para perpetuar la especie.
El deseo que nos anima a poseer aquellas cosas que existen en la naturaleza, o incluso conseguir lo que podría parecer inalcanzable.
Y el amor que relativiza lo anterior haciéndonos trascender desde la avidez a la generosidad y desde la posesión a la entrega.
El equilibrio en estas tres fuerzas es la esencia de los seres humanos y lo que nos conduce a la felicidad, mientras que su desequilibrio da lugar a la insatisfacción.
El problema es que interiormente solemos mezclar estas tres fuerzas, unas veces confundimos la perpetuación de la especie con el amor, y otras la adicción al trabajo o el deseo de riqueza con el amor a nuestras familias.
El deseo es aquello que el hombre anhela, aunque no lo necesite para su supervivencia. El amor, por el contrario, es darse a otros o a una causa sin esperar nada a cambio.
Es poner todo lo bueno que hay en nosotros para alcanzar un fin más importante que cualquier recompensa o remuneración que podamos alcanzar.
Amor es entrega, aunque nos rechacen o nos nieguen, es una imperiosa necesidad interior de dar y compartir.
El deseo aún satisfecho, como no tiene medida, no conduce a la felicidad, solo a realimentarse a sí mismo, cuanto más tienes más deseas, por lo que siempre da lugar a la insatisfacción.
El amor no pide nada a cambio, cuantos más damos, más felicidad nos aporta.
El amor es la fuerza más grande en el universo, démosle paso conscientemente en nuestras vidas, nos llevará al encuentro con lo mejor de nosotros mismos.
luisrey1@prodigy.net.mx