¿Cuántas veces has hecho algo por obligación? Una pregunta sencilla que, al detenernos a responder con sinceridad, revela mucho sobre el ritmo de nuestras vidas.
¿Cuántas de nuestras acciones diarias obedecen al deber, la responsabilidad o la presión social, y cuántas realmente elegimos porque nos hacen bien?
Todos en algún punto, hemos dejado nuestra salud mental, y apagado lentamente nuestro bienestar interior.
Este deterioro no ocurre de un día para otro. Es un proceso paulatino que comienza cuando minimizamos las pequeñas señales de agotamiento, de ansiedad o de tristeza, pensando que son solo episodios pasajeros.
Relegamos nuestros pensamientos y emociones a un segundo plano, cumpliendo expectativas, compromisos y plazos, sin detenernos a preguntarnos cómo nos sentimos realmente.
Al ignorar nuestra mente, no solo debilitamos nuestra capacidad emocional, sino que también nos hacemos más vulnerables a problemas mayores como el estrés crónico, la depresión o la ansiedad.
Las consecuencias de este descuido son profundas y afectan tanto al cuerpo como a la mente.
Dolores físicos inexplicables, insomnio, irritabilidad, falta de concentración o fatiga constante son solo algunos de los síntomas más evidentes.
En el libro "Los demonios de la mente", Andrew Solomon comenta: “El cuerpo carga con el peso que la mente no puede soportar”.
Esta frase nos recuerda que la salud física y mental están profundamente conectadas, y que cuando una de ellas falla, la otra inevitablemente se resiente.
El desgaste emocional y psicológico nos lleva a perder la capacidad de disfrutar lo que antes nos hacía felices, a alejarnos de los que amamos y en casos más graves, a sentirnos desconectados de nosotros mismos.
El dilema de priorizar nuestra salud mental sobre nuestras obligaciones es real y complejo.
Vivimos en un mundo que premia la productividad, el rendimiento y la eficiencia. Constantemente se nos enseña a cumplir, a responder, a estar disponibles. Pero, ¿qué pasa cuando nuestra mente no puede seguir ese ritmo?
Lamentablemente, la responsabilidad se ha convertido en una especie de tirano moderno que nos dice que todo debe hacerse, sin importar el costo personal.
Decidir hacer una pausa o decir "no" para cuidar de nosotros mismos muchas veces parece un acto de rebeldía. Sin embargo, lo que está en juego es mucho más importante: nuestra estabilidad y paz interior.
En el marco del Día Internacional de la Salud Mental reflexionemos: ¿Qué precio estamos dispuestos a pagar por no escucharnos e ignorar lo que sentimos?
Al final, solo cuando cuidamos nuestra mente podemos realmente estar presentes para los demás y para nosotros mismos.