En septiembre hablemos de prevención

Tamaulipas /

Este mes de septiembre nos invita a recordar con amor a aquellos que, en su batalla más difícil, decidieron partir antes de tiempo.

Sus risas, sus miradas, sus abrazos permanecen con nosotros, pero su ausencia duele.

Los extrañamos, y al evocarlos sentimos la necesidad urgente de hablar de la prevención del suicidio, un tema que poco a poco ha dejado de ser tabú, pero que aún requiere nuestra atención y acción.

¿Por qué? Hoy, más que nunca, es crucial estar ahí para los demás, ofrecer un oído atento y un hombro silencioso pero firme.

A veces, no es necesario decir nada, solo estar. Porque detrás de una sonrisa, de una mirada perdida o de un "estoy bien" puede haber un grito desesperado por ayuda.

Una simple conversación o un gesto de empatía, puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte.

Por eso es que debemos de entender que la prevención no es tarea de unos cuantos, es un compromiso de todos.

Si un día sentimos que alguien está pasando por un mal momento, debemos ofrecer nuestra presencia.

No siempre conocemos el peso de las cargas que otros llevan, pero sí podemos ayudar a aliviarlas con nuestra atención, con una compañía que, aunque silenciosa, les recuerde que no están solos.

Salvar vidas está en nuestras manos, cada día. No necesitamos ser expertos para hacer una diferencia; solo necesitamos ser humanos, sensibles y atentos.

Estar dispuestos a escuchar, a acompañar, a observar los pequeños detalles que pueden significar mucho. Porque cada vida importa, y cada acción que tomamos puede salvarla.

Todos conocemos a alguna persona que decidió interrumpir su vida, ya sea un familiar o un amigo.

El impacto es brutal e igual de doloroso, y se siente como si fuera una batalla perdida, la más difícil y devastadora que enfrentamos. El vacío que dejan es profundo, y el dolor, difícil de superar.

No hay marcha atrás, no hay diálogos que retomar, solo fotografías que ver y ropa que abrazar.

Eso es lo único que nos queda de aquellos que se fueron, buscando una paz que el mundo, con su incomprensión, miedo o ansiedad, no pudo ofrecerles.

A todas aquellos que han perdido a alguien por suicidio, quiero que algo quede claro: No fue su culpa.

No pudieron prever el dolor profundo que vivían sus seres queridos. No hay respuestas fáciles, pero sí un camino hacia la sanación.

Mantengan vivos sus recuerdos con amor y no con culpa, pues el amor es lo que nos mantiene unidos, aún más allá de la vida.

Que sus corazones encuentren paz, y que el amor que sienten por aquellos que ya no están los guíe siempre hacia adelante.


  • Magda Bárcenas Castro
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