Todo indica que Trump sí se arrepintió de algunas decisiones de su política arancelaria, por lo que recibió críticas por sus tarifas recíprocas. Las fórmulas que se utilizaron para fijarlas no resistieron los exámenes más elementales y muchos de los resultados fueron absurdos; además, los empresarios más influyentes del país manifestaron su preocupación por las medidas, que no solo afectaron los índices bursátiles del mundo, sino que su impacto ya se sentía en el rechazo de los grandes inversionistas de renta fija por los bonos del Tesoro, ocasionando un alza de los rendimientos de los bonos de largo plazo y elevando así el costo del financiamiento de la enorme deuda de ese país.
Esto fue lo que preocupó a Trump, por lo que empezó a recular. Sus políticas también afectaron al dólar, que perdió terreno frente a sus pares. Por ejemplo, el euro pasó de 1.07 por dólar a 1.13 en unos días.
Si el rendimiento de los bonos sigue subiendo causará un gran daño a las finanzas gubernamentales. Estos mercados son más grandes que los de capitales, por lo que al presidente no le conviene que los inversionistas tengan recelos, ya que son base de confianza para los mercados mundiales al ser los títulos más líquidos y más seguros. Jugar con esto sería un gravísimo error y eso hasta Trump lo entiende.
Que se haya echado para atrás no quiere decir que esto ya terminó. Nada de lo que dice o hace es definitivo, pues es impulsivo. Por ejemplo, exentó de impuestos a una serie de productos fabricados en China como teléfonos inteligentes y otros artículos de alta tecnología. El anuncio fue bien recibido, pero después su secretario de Comercio dijo que era una medida temporal. Así dan un paso para adelante y otro para atrás, generando mucha confusión.
En todo esto México no ha ganado nada, quizás solo su último anuncio (poco claro) de que ayudará a algunas plantas automotrices porque no las quería dañar. Sin saber específicamente a que se refiere con ello.
Debemos prepararnos para seguir en la incertidumbre, seguir negociando sin perder la cabeza y tomar iniciativas propias. El plan México es un buen comienzo, pero le faltan varias cosas. El objetivo debe ser fortalecer el estado de derecho, que le dé a los inversionistas nacionales y extranjeros la certeza de que sus recursos están protegidos. Otro punto que no se toca es el compromiso de luchar y reducir la inseguridad; si no tenemos seguridad no vamos a ningún lado. No debemos conformarnos con que Trump dé reversa a algunas decisiones. No es una persona confiable.