En términos generales se puede decir que este fin de sexenio no está siendo nada terso, y no es porque hayamos tenido elecciones, ya que estas estuvieron llenas de quejas por parte de las fuerzas opositoras al oficialismo dado que el propio presidente intervino y obstaculiza el proceso, eso quedó manifiesto por las propias autoridades; sin embargo, a pesar de reconocer que las intervenciones presidenciales no fueron correctas, no se impuso sanción alguna, pues el primer mandatario goza de fuero para estos menesteres. Además, después del triunfo contundente de Morena, los ciudadanos productivos simplemente aceptaron los resultados, como debe de ser. Pretendo separar a los ciudadanos productivos que conforman mayoritariamente la clase media porque a los ciudadanos no productivos, que son los mayormente beneficiados por los programas sociales que impulsó el presidente, la incertidumbre los tiene sin cuidado mientras sigan recibiendo las ayudas del gobierno; ojo, estas son financiadas con los impuestos que pagan los que sí producen.
La incertidumbre de los primeros está provocada porque, todos o la mayoría de estos, simplemente no ven con buenos ojos los cambios que introdujo en la Constitución el presidente; y no lo ven bien porque existen muchas voces calificadas, expertas y reconocidas por la opinión pública --que manifestaron desde el inicio de estas iniciativas-- opiniones de preocupación en muchos sentidos. Primero, esa prisa por pasar las reformas no dio tiempo para la reflexión, los foros y cuestiones informativas del gobierno únicamente fueron para aparentar discusiones que nunca existieron.
El gobierno, en un acto de autoritarismo sin precedentes, no admitió que se cambiara nada, pero sí se dejaron en el vacío opiniones y reflexiones, repito, de gente muy calificada que sí querían una reforma, pero no de esta manera tan atropellada. Como bien dicen los expertos, eso puede tener consecuencias negativas para nuestro progreso democrático, puede debilitar nuestro --de por sí frágil-- Estado de Derecho; de la misma manera puede complicar nuestro desarrollo económico, simplemente porque nuestros principales socios de inversión y comerciales, que son Estados Unidos y Canadá, están preocupados porque con los cambios pueden sentirse indefensos si existen controversias. Andrés Manuel López Obrador bien pudo irse dejando una transición tersa para su candidata triunfadora, en cambio le deja un ambiente político y económico enrarecido que tendrá que enfrentar la nueva presidenta de México; que lástima que esta despedida tenga más tono de preocupación que de optimismo. Obviamente se vale que la clase media esté preocupada, que no se nos olvide que son las clases medias las que hacen fuertes a las naciones.