Caminar es una de las primeras actividades que aprendemos los seres humanos y la última que nos gustaría dejar de hacer. Quizá muchos no recaen en la importancia de caminar hasta que, lamentablemente, llegan a dejar de hacerlo, ya sea por causa de una condición de discapacidad, porque se encuentran privadas de la libertad o con alguna enfermedad que se los prohíbe.
Aunque para algunos caminar sea una actividad trivial, para otros se ha convertido en un objeto de estudio claramente complejo y nada lineal, relacionado con múltiples beneficios sociales, económicos y medioambientales.
Caminar es algo más que solo desplazarse de un lugar a otro o una habilidad aprendida que nos acompaña durante nuestra vida. Autores como Breton, Careri, Demetrio, Gros y Delgado, la señalan como una actividad que puede suscitar otras experiencias de primer orden: espiritualidad, vivencias estéticas, inspiraciones literarias, comprobaciones científicas, autoconocimiento, entre otros, así que no debiera verse como una menudencia.
También puede ser una gran aliada para nuestra salud, pues caminar como medio de movilidad, ayuda a romper con el sedentarismo y a activarnos mientras nos trasladamos sin contaminar, lo cual tiene grandes beneficios para nuestro cuerpo.
A pesar de su importancia, la mayoría de las ciudades en México continúan sin tomar en cuenta a la caminabilidad como uno de los mejores medios de movilidad -y como prioridad en la planeación y diseño urbano-, situación que se refleja en la dimensión y condiciones en que se encuentran las banquetas, vulnerando a los usuarios que deciden moverse de esta forma y obligando a muchos a tener que moverse de otras, debido a las múltiples limitaciones de dicha infraestructura.
Tan solo como un ejemplo de lo anterior, según la Encuesta Nacional de Discriminación 2017, el 31.1 por ciento de la población con discapacidad, señaló que una de las principales problemáticas que enfrentan se da por las calles, instalaciones y transportes inadecuados.
Las personas que decidimos movernos a pie por la ciudad, sin importar nuestro género, edad o condición, tenemos que enfrentar día a día las deficiencias y limitaciones de la infraestructura urbana, la cual cabe mencionar, actualmente se encuentra diseñada para quienes se mueven en automóvil privado.
Sobre esto último, encontramos que muchos de los principales problemas de salud, se encuentran vinculados con el uso excesivo de los vehículos motorizados, tales como: muertes por accidentes viales, incremento en los índices de diabetes, cáncer y enfermedades cardiovasculares y respiratorias, entre otros.
Por todas las razones mencionadas anteriormente, –más muchas otras– que dejo pendientes para mencionarlas y profundizarlas después en este espacio, es que se vuelve necesario y urgente que nuestras urbes nos proporcionen las condiciones suficientes para que cualquier persona que quiera caminar, pueda hacerlo de manera segura y tranquila.
Que se incentive y se priorice a la caminabilidad como un medio de movilidad, a través de infraestructura urbana eficiente y diseñada para las personas, sobre todo en estos momentos en los que requerimos de más y mejores espacios públicos para cumplir con la “sana distancia”.