Los problemas de movilidad urbana en las ciudades de México se han vuelto en el pan de cada día que, a pesar de su obviedad, han permanecido en la sombra durante demasiado tiempo en la agenda política.
A medida que nuestras urbes crecen y enfrentan desafíos cada vez más apremiantes en términos de tráfico, contaminación y calidad de vida, es desconcertante que nuestros líderes políticos no le otorguen la atención que merece.
Con las elecciones presidenciales en el horizonte, es necesario -y hasta urgente- que los candidatos se enfoquen en este problema y se comprometan a abordarlo con eficacia:
El crecimiento descontrolado de las ciudades del país ha llevado a una parálisis en las carreteras y calles, provocando que las horas que las personas pasan atrapadas en el tráfico no sean solo una pérdida de tiempo, sino también un grave impacto en el medio ambiente y en la calidad de vida de la población.
Pero el problema no se limita a las mega urbes como Ciudad de México, Guadalajara o Monterrey; incluso ciudades más pequeñas enfrentan congestión y carecen de opciones de transporte público confiables, provocando que el costo ambiental del tráfico sea altamente preocupante también.
Es una problemática que, al ser sistémica, fomenta la dependencia de los vehículos particulares, lo que contribuye aún más a la congestión y al cambio climático, entre muchas otras externalidades negativas.
Y la evidencia de todo está allí, frente a los ojos de nuestras y nuestros gobernantes y líderes de partidos políticos, pero parece no importarle a nadie, aun y cuando la inseguridad vial es la principal causa de muerte de niños y adolescentes.
Por tal motivo, en vísperas de las futuras elecciones presidenciales, considero importante -aunque más que ello, creo que urgente es la palabra adecuada- el que los próximos candidatos asuman la responsabilidad de abordar este problema con seriedad y efectividad en el papel que ya se encuentran desempeñando desde antes de comenzar las precampañas.
Esto implica comprometerse a invertir en infraestructura de transporte público de calidad, promover la movilidad sustentable y fomentar políticas que reduzcan la dependencia de los automóviles particulares, en aras de convertirse en el, o la próxima presidenta del país.
Desde este momento, ya deberían estar abordando el tema en sus discursos y de apoyarse en especialistas en la materia para que los asesoren a construir las propuestas que merecemos escuchar -aunque honestamente no creo que suceda, pero soñar no empobrece-.
Por nuestra parte como ciudadanos y ciudadanas, nos toca seguir exigiéndoles lo que merecemos para tener una mejora calidad de vida al habitar la ciudad.
Recordemos que, lamentablemente, la política mexicana se caracteriza por actuar hasta que “le llega el agua al cuello”, o sea, por presión social. No quitemos el dedo del renglón, ni nos conformemos con poco.