El mapa político de la elección presidencial de 2018 es más que elocuente. La única entidad donde el morenismo no arrasó fue Guanajuato. Una isla azul sumergida en un amplio mar color guinda. Aunque en 2024 la presidenta Claudia Sheinbaum se alzó en la entidad, el partido en el poder no pudo sumar a su bolsa la gubernatura.
Heredero de una tradición cristera y sinarquista, Guanajuato se destaca por su vena conservadora. Según las estadísticas, por estas tierras aún la religión católica es la dominante, aunque ya muestra tendencias a la baja como en el resto del país.
En este contexto, el Partido Acción Nacional, otrora opción política profundamente arraigada a su doctrina y sus principios, se ha venido desdibujando entre un pragmatismo que en ocasiones raya en lo vulgar, en un afán de ganar elecciones y retener el poder, y un progresismo que coquetea con ideologías contrarias a su plataforma política en un elaborado cálculo político en donde los votos ganados por esos guiños superan la pérdida de apoyos en su voto duro.
Y es precisamente aquí donde se disputan a una parte de las bases panistas varias corrientes emergentes de derecha, que enarbolan sin ambages banderas como las posturas pro vida y en defensa de la familia tradicional, la vocación del servicio público como construcción del bien común y la libertad de empresa y el respeto a la propiedad privada
En estas páginas hemos dado cuenta profusamente de los pormenores de la conformación de México Republicano, que perfila al ex gobernador Juan Manuel Oliva como senador, una vez que gracias a sus dotes de operador político, conforme la estructura territorial desde la secretaría de Organización y el partido obtenga su registro. No son los únicos.
También se nutren de cuadros locales organizaciones de derecha como el Movimiento Viva México, cuya cabeza visible es el actor Eduardo Verástegui, y Somos Mx, donde fue visto Edmundo Jacobo Molina, uno de sus promotores más conocidos, con liderazgos del PAN, PRI y PRD, en un hotel de Guanajuato capital.