Los brazos de Hizbulá atraviesan fronteras. Son corresponsables del deterioro, de la endogamia y de la corrupción salvaje en cada sector de la política libanesa. De la devastación y asesinatos en Siria.
Líbano no es Gaza, pero hay tácticas y hechos demasiado similares. La retórica que perdona todos los colaterales se disculpa a sí misma y cambia el sujeto que le funciona en la oración. Hizbulá usa a civiles como escudos humanos. Sí, lo hace Hamás y también ellos. De Tel Aviv a Beirut todo mundo evita hacer énfasis en los civiles. Civiles que no importan a nadie cuando se explotan dispositivos de comunicación de forma masiva o los misiles destruyen casas; cuando el resultado de una operación militar implica el castigo colectivo contra los derredores del objetivo.
La dispersión del Hizbulá en las dinámicas cotidianas de Líbano es una condición que obligaría a pensar las consecuencias de lo inadmisible. La nuestra es una época de vergüenza. Es necesario recordarlo, ni una sola justificación es válida para la muerte de un niño en una guerra. La lógica del martirio encasillada en cada actor del conflicto les hace aceptable asumir cualquier saldo.
Irán ve con reservas su propia zona y se encuentra en una encrucijada. En las guerras hay una lectura política y a veces esta falla.
Hizbulá le es esencial a Irán para sostener su red regional. No sólo es Beirut. Hay que voltear al norte donde son su herramienta de control a la dictadura de Assad. Fuerzas del Hizbulá en Siria se han replegado al sur, como previsión ante la entrada terrestre de Israel en Líbano.
¿Qué pasa si la estrategia de proxies iraníes deja de serle útil al gobierno de Teherán? Los grupos formados para evitar su implicación directa, sobre todo contra Israel, lo pueden orillar a ella. El Hizbulá iraquí ataca posiciones de Estados Unidos. Los hutíes esperan volver a hacerlo.
Jameneí tendrá que evaluar hasta qué punto está dispuesto a arriesgar su supervivencia y hegemonía para apoyarlos. Nada le preocupa más a los ayatolás que la permanencia a largo plazo. Su capacidad de esquivar una confrontación está en juego después del asesinato de la mayor parte de los liderazgos de la organización comandada por Nasrallah.