El desorden sustrae jerarquías, todo parece de equivalencias relevantes para quien se adentra en él. No hay mayores ni menores asuntos. Resultan admisibles conversaciones sobre el nivel de nazismo —como si fuera dosificable— en un saludo nazi, al margen de su contexto; lo evitan. Desplazan tragedias o temores en millones de migrantes.
Ya ni siquiera es exclusivo de afinidades políticas el aplauso o llamados a prudencia, sobre la designación en Washington a cárteles del narcotráfico como organizaciones terroristas. Las inclinaciones políticas están en la reacción y juicio, sin duda, pero en el mundo donde las consecuencias dejan de pensarse en su amplitud, el parámetro es el de la respuesta primaria. Entonces, dar validez a cualquier acto es peligrosamente sencillo.
Después de las cámaras de eco, el diálogo que se atiende en el planeta adecuado a la Trumpamérica es el que cada quien tiene con sus justificaciones. Síntoma de un cambio cultural, en detrimento de lo que entendimos como proceso civilizatorio. El triunfo de esta visiónes la desaparición de preocupaciones a largo plazo.
Lo que de forma natural se percibe en México por su relación con Estados Unidos, tiene paralelismos en otras partes. Medio Oriente no escapa de la lógica en que Trump y sus cercanos codifican al mundo.
Si bien el acuerdo de cese al fuego entre Hamás e Israel estuvo vinculado al cambio en el tipo de presión norteamericana a Netanyahu, Trump no tardó en rescindirlas sanciones contra colonos acusados por acciones violentas hacia palestinos en el West Bank. La nominada a ocupar la representación de Washington en Naciones Unidas afirmó su coincidencia hacia las posturas que aseguran, Israel tiene el derecho bíblico a ocupar Cisjordania.
Si en la Casa Blanca quieren reanudar los caminos de normalización entre Israel y los países del Golfo, resolver Palestina es una condición infranqueable. Más allá de las implicaciones en lo que significa resolver Palestina, ninguna versión incluye el fomento al extremismo que alimenta radicalismos y gesta próximos levantamientos. Eso está ocurriendo en el West Bank. No política.
La fiesta de Washington en Medio Oriente tendrá que esperar al mismo Washington.