Que nada sustituye ni supera al amor más puro y verdadero: el de la familia. Ese que no exige, que sostiene incluso en silencio y que permanece cuando todo lo demás se mueve. Aprendí que quien quiere hacerte daño lo hará sin dudarlo, pero que el impacto real de sus actos depende de tu capacidad para sanar, levantarte y seguir adelante con dignidad.
Entendí que así como hay personas que te aman de corazón, también existen quienes te odian o te envidian, y que ambas realidades forman parte del camino. Confirmé que el ser humano puede ser traicionero, y que la confianza no se regala: se prueba en la adversidad. Solo es amigo o hermano quien permanece cuando llega el infortunio.
Descubrí que los cargos, títulos y posiciones son pasajeros. Que lo importante es disfrutar el momento mientras se tiene y usarlo siempre para servir, nunca para olvidar quién eres. Comprendí que enojarse por lo que no se tiene o por lo que se “pierde” es una condena segura a la infelicidad. La paz comienza cuando aprendes a valorar lo que hoy está en tus manos.
Aprendí que los verdaderos amigos existen, que la amistad y la lealtad son reales cuando nacen de la sinceridad y que, cuando son auténticas, resisten cualquier distancia y cualquier prueba. Entendí que empezar de nuevo no es fracasar, sino una de las mayores ventajas que tenemos mientras seguimos respirando. Cada nuevo inicio es una oportunidad.
Es la forma más honesta de demostrarnos, una y otra vez, que somos lo que somos por lo que hemos construido, no por lo que aparentamos. Aprendí que no vale la pena alimentar personajes que consumen el tiempo más valioso: ese que debería dedicarse a nutrir el espíritu y a disfrutar a quienes realmente te aman.
Y confirmé que cuando el miedo aparece por temor a perder, las bendiciones llegan. Dios no se equivoca cuando quita, y siempre acierta cuando da.
Mi último año estuvo lleno de aprendizajes y retos inesperados. Hoy puedo decir, sin duda, que después de todo lo vivido soy más feliz que nunca, porque aprendí a valorar mi vida y la de quienes amo. He cosechado momentos inolvidables y personas infinitamente mejores que muchas de las que alguna vez me rodearon.
¡Feliz y venturoso 2026!