El próximo 1 de octubre entrará en vigor la primera fase de las nuevas disposiciones de etiquetado frontal para alimentos y bebidas procesados; y ante este panorama algunos representantes de la industria han comenzado el cambio en las etiquetas de sus productos.
Algunas marcas importantes han iniciado la transición a las etiquetas de advertencia, conforme a lo dispuesto en las modificaciones a la Norma Oficial Mexicana (NOM-051), que fue publicada el 27 de marzo.
Al frente de los productos pronto podrá ver octágonos de color negro que servirán de advertencia para los consumidores en México, medida con la cual se pretende impactar al consumo de éstos. La intención de los legisladores al haber modificado las etiquetas es influir en un largo plazo sobre los hábitos de consumo de productos que provocan obesidad y están relacionados con enfermedades que dañan a la población.
Sin embargo veo poco probable que esto suceda pues ya hace años también se siguió la misma práctica en un producto de consumo considerado letal y directamente relacionado con padecimientos como el cáncer como es el tabaco. Las cajetillas de cigarros comenzaron a llevar imágenes del desastre que representa para la salud el consumo de productos de tabaco se inició una campaña agresiva para eliminar espacios para fumadores ¿y qué pasó?
Un estudio publicado por Panamerican Journal of Public Health denominado Eficacia de las etiquetas de advertencia en las cajetillas de cigarrillo concluye que “las etiquetas de advertencia solo logran capturar la atención de fumadores y no fumadores después de un segundo, aproximadamente, lo que disminuye su eficacia, sobre todo en los fumadores”.
La Comisión Nacional contra las Adicciones determinó que pese a las pruebas concluyentes de los peligros del tabaco, el número de fumadores que comprende los riesgos que conlleva para su salud esta práctica, es relativamente escaso a nivel mundial.
Las personas tienen más probabilidades de empezar a consumir tabaco cuando son adolescentes o adultos jóvenes. Esos grupos de edad suelen preocuparse menos por los riesgos para su salud o sus vidas, y es más probable que presenten comportamientos de riesgo.
Con ello la conclusión es que no bastan las etiquetas mientras nuestra cultura gastronómica no se cambie a fondo lo cual se antoja sumamente complicado.
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