Al planear este artículo dirigido a la importancia de la armonía y el balance interior de las personas, me vino inmediatamente al pensamiento el programa integral del gobierno contra las adicciones, “Juntos por la Paz”, que si bien es el nombre de un conjunto de acciones de políticas públicas para prevenir y atender el consumo de drogas y sus consecuencias sociales y familiares, la frase es de esas que son fáciles de recordar y aplicar en otros campos, como el que deseo abordar hoy en este espacio.
“Juntos por la paz” debería ser un lema permanente, de un objetivo que deberíamos todos procurar en lo individual y lo colectivo donde entran los importantes campos de la familia, la comunidad, la sociedad, las ciudades, los estados y los países del planeta, con lo que seguramente lograríamos un mundo mejor como el que todos anhelamos.
Es claro que estar en paz en lo individual tiene como consecuencia estar en armonía con los demás, con todo lo que ello significa y conlleva.
De hecho, sin pretender exagerar, me atrevería a decir que la paz, interna y externa, es la mejor medicina para el bienestar individual y colectivo, por lo que una de las asignaturas indispensables en la formación escolar, profesional y en el desarrollo humano de las personas, deberían ser las fórmulas para poder alcanzarla, en toda la extensión de la palabra.
En los años 60 y 70 el binomio era “amor y paz”, que sin duda deberá seguir siendo nuestro máximo ideal como colectivo, aunque por esta ocasión nos vamos a referir exclusivamente a la segunda, como una de las metas más esperanzadoras en todos los sentidos.
Dentro de las múltiples definiciones de paz en el diccionario y en la web, me gusta esta que uso para ejemplificar de lo que estamos hablando: “la paz es la capacidad de los seres humanos para vivir en calma, con una sana convivencia social. También tiene que ver con un adecuado manejo de los conflictos, para no llegar a situaciones más problemáticas… Es por eso que para lograr comprender la paz es necesario que podamos verla como un valor social”.
Los años de trabajo y experiencia con alcohólicos y adictos, así como con sus familiares y codependientes, me han enseñado que dos son los ideales que buscamos los seres humanos y que son carencias en los enfermos de adicción, la paz y la alegría que en la mayoría de los casos se perdió en algún momento de su historia de forma consciente o inconsciente.
Por ello nos atrevemos a asegurar que perder la paz y la alegría, es perder la salud y casi todo, en la vida de las personas.
Este fin de semana en la consulta como cada semana, seguimos aprendiendo, concluyendo en alguna sesión que, además de la imperativa necesidad de lograr la abstinencia en el caso de adicciones, la recuperación se trata de vivir en paz y en alegría.
En el caso de la abstinencia es todo un proceso con abordaje, técnicas y herramientas muy claras para lograr ese objetivo que es indispensable en la recuperación de adicciones.
En lo que a la paz y la alegría respecta, es un proceso personal a veces más largo, que implica introspección, autoanálisis, honestidad, resignificación de los valores rectores, restablecimiento de las relaciones personales y con un poder Superior, superación de las heridas que causaron máscaras o mecanismos de defensa, redención de los resentimientos y perdón, liberación de la culpa y, una nueva forma de ver la vida sin apegos o expectativas frustrantes.
Suena fácil, pero es un proceso que ocasionalmente lleva años de trabajo personal hasta alcanzar lo que algunos llaman despertar de la consciencia, evolución o, desarrollo espiritual, lo que para nosotros se resume en vivir en paz y disfrutar con alegría cada día de nuestra vida.
En este rubro, ¿se ha preguntado el lector cuanto tiempo se dedica a sí mismo diariamente en actividades como introspección, oración o meditación? ¡Difícil en tiempos de apegos, estereotipos y competencia colectiva! Muchos nos responden que no tienen tiempo e imaginamos a personas despertando con una serie de preocupaciones por lo que pasó el día de ayer y por lo que pasará durante el que están apenas iniciando. Una vida vertiginosa y llena de ocupaciones, vueltas, bajadas y subidas, lo que hace difícil tener al menos cinco minutos (para empezar) consigo mismo.
Igual pasa cuando les hablamos de practicar una actividad física y de tener una sana alimentación. Ya no hablemos de practicar lo que le llaman medicina basada en el estilo de vida, con una visión holística.
Y como producto de esa falta de tiempo y de atención a sí mismo tenemos personas enfermas, llenas de estrés con todo lo que éste produce en la salud física y mental, además de angustias cotidianas porque siempre hay tanto que hacer o resolver.
Lamentablemente cuando se llega al hospital por enfermedades cardiovasculares, diabetes, obesidad, hipertensión, cáncer, entre otras, derivadas de un estilo de vida que enferme y mata, habrá menos tiempo para dedicarse a buscar la paz y la alegría, como dolorosamente nos ha dado este año la lección el Covid19.
Sería mejor iniciar desde ahora, antes de que haya un mal irreversible, a dedicarnos tiempo de calidad de vida y a comenzar por cinco minutos de respiraciones y meditaciones diarias, activación física tres veces por semana y cuidar de lo que alimentamos a nuestro cuerpo, a nuestra mente y a nuestra alma.
Dejemos ir los apegos, soltemos las expectativas frustrantes, el control y el cumplir con los estereotipos de los demás, para dar paso a la aceptación, el disfrute y la genuina autenticidad.
Vivamos en paz y con alegría que la vida es lo único que tenemos.