A principios de marzo escribimos en Milenio sobre la escuela “Salud para todas las tallas” que promueve Raquel Lobatón, cuyos conceptos sobre la anti dieta y la salud me siguen pareciendo muy interesantes, al igual que su campaña para eliminar los estigmas sobre el cuerpo, por lo que hoy me permitiré dar testimonio de que sus palabras y conceptos son muy ciertos.
Como terapeuta es común que lleguen conmigo consultantes que padecen de algún trastorno de la conducta alimentaria, además de que tengo mi propia historia al respecto, por lo que es un tema del que me gusta documentarme y encontré esta corriente de alimentación intuitiva y nutrición incluyente, muy adecuada.
Hace días vi un video en las redes de Lobatón en el que además de recordar que la salud y la talla no siempre van de la mano, hacía énfasis en que no podemos juzgar a las personas por la forma de sus cuerpos. Ni ser fitness es sinónimo de respeto solo porque sí, ni ser muy delgado o robusto es símil de flojera o desidia. Hay muchos otros factores en juego.
Y para muestra un botón personal. Este año en la víspera de completar 56 otoños me di a la tarea de realizar un programa de 19 semanas de activación física y lo que yo suponía era una alimentación saludable.
Mi sorpresa fue que, al realizarme un checkup de rigor, algunos índices en los últimos dos estudios refieren una condición diabética de fácil control, lo cual no es de preocuparse y sí de manejo muy sencillo. Sin embargo, brinca el dato de que cuando he bajado de peso y talla este año, además de aumentar mi tamaño muscular, por dentro parece que no todo coincide.
En lo que he estudiado se sabe que estas condiciones pueden ser desde congénitas, metabólicas, derivadas de periodos de estrés y otros factores adicionales, para los cuales hoy en día afortunadamente hay herramientas y tratamientos muy manejables.
Sin embargo, mi conclusión es adherirme a los postulados de Lobatón y @nutriologicas: talla y peso no es sinónimo de salud, ni de enfermedad.