¿Qué significa cuidar? ¿Quién requiere cuidados? ¿Qué relación vincula a quien cuida con el que recibe su atención? ¿Debe, finalmente, cuidarse al cuidador?
Estas son solo algunas de las preguntas que se plantea José María Carabante en un espléndido artículo que tituló La ética del cuidado. Desafíos y paradojas, donde da cuenta de la evolución de este paradigma filosófico que algunas corrientes feministas han abanderado.
Por decirlo brevemente, el proceso de cuidado contempla cuatro fases. La primera se enfoca en detectar y ocuparse de una necesidad de dependencia a nivel individual, grupal, político o institucional. Además de la mirada y el oído atento, este paso exige inteligencia práctica y la capacidad para “mirar desde la perspectiva de quien necesita ser cuidado”. La segunda fase entraña la responsabilidad moral de satisfacer la necesidad. En la tercera se materializa la prestación del servicio requerido y en la cuarta se da la recepción del cuidado. Sobre esta última fase, como bien apunta Carabante, dependiendo de la respuesta del receptor “se puede saber si realmente se han cubierto las necesidades de cuidados”.
Cabe aclarar que la ética del cuidado no es una ética de la mujer, sino una ética profunda y radicalmente feminista, que podría ser de mucho valor para la Presidenta de México, quien asumió el cargo a la voz de “es tiempo de transformación, es tiempo de mujeres”.
Siendo mujer, como mínimo, de Sheinbaum las mujeres deberían esperar: sororidad –es decir, una relación solidaria dirigida a su empoderamiento–, capacidad, congruencia, independencia –autonomía–, imparcialidad, equilibrio, integridad, energía, compromiso, empatía y, entre otras muchas más, compasión.
Es con y hacia las mujeres a quien el Gobierno de Sheinbaum debe dirigirse, porque más de la mitad de los 46 millones de pobres que habitan en México son mujeres, porque más del 70% de las mayores de 15 años han sido víctimas de violencia y el 97% de esos casos ha quedado impune, porque de los más de 3 mil asesinatos de mujeres solo el 25% se investiga como feminicidio, porque éstas ganan 86 pesos por cada 100 que gana un hombre, y por infinidad de cosas más que reflejan la enorme desigualdad e injusticia que han vivido las mujeres en nuestro país.
Por ello me congratulo de que a México lo gobierne una mujer. Queda por ver que dicho ejercicio sea realizado con la sensibilidad moral de una mujer.