De princesa a mujer (parte cuatro)

Monterrey /

La principal cura para un cerebro anoréxico es la comida. La meta es realizar tres comidas y tres tentempiés que rebasen las 3 mil calorías diarias. La batalla en la mesa no es sencilla porque, mediante muchas argucias, la princesa intentará llevar la menor cantidad de calorías a su cuerpo.

En el largo y arduo proceso de la realimentación, el ejemplo familiar es clave. Si en casa no se tiene el hábito de comer tres veces al día en la mesa y tomar colaciones, será muy difícil que la princesa se reconcilie con la comida.

Algunos estudios referidos por María Ganci indican que una adolescente anoréxica “no tiene los recursos propios para emprender la batalla por sí misma; es impotente ante fuerzas tan poderosas”. El problema es que “mientras más tiempo permanezca la enfermedad, más fuerte será su identificación con la anorexia”.

Entre los muchos consejos que nuestra autora plantea, destacan:

1) Incluir variedad y alimentos “prohibidos”. 2) No caer en la trampa de que la “comida sana” mejorará a tu hija. 3) Evitar “negociar, convencer, sermonear o utilizar la lógica”; la anorexia utiliza estos espacios para boicotear el tiempo dedicado a la realimentación. 4) Evitar caer en su miedo; debe comer lo que requiera para estar sana, no lo que le haga sentir segura. 5) Que no participe en la elaboración de la comida o la compra de ésta, porque su objetivo es reducir las calorías en casa. 6) Limítate a poner la comida delante de ella y darle apoyo para que coma. 7) “Asegúrate cuánto necesita comer tu hija para recuperar el peso y los alimentos adecuados para conseguirlo”. 8) “No esperes que tu hija sea capaz de tomar decisiones sobre qué comer, su pensamiento está demasiado comprometido para hacerlo”. 9) Intenta hablar de alimentación normalizada, no de dietas. 10) Detener los comportamientos anoréxicos durante cada comida. 11) Cuando coma debe hacerlo lejos de su mascota. 12) Supervisa que se coma todo lo que le has servido; y 13) la hora de la comida debe ser lo más normal posible.

Tras uno, dos o más años, por fin llegará el día donde ella podrá mirarse al espejo aliviada de la enferma obsesión de querer ser una princesa. Ese día celebrará el renacer de una mujer mental y físicamente sana, llena de vida, carne, grasa y huesos. Una mujer real.


  • Pablo Ayala Enríquez
Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.