El efecto cohorte

Monterrey /

Dado que al momento las autoridades no han confirmado los hechos, el suceso debe ser entendido como un ponzoñoso chisme de barrio. Dicho lo dicho, va algo de lo que se cuenta en uno de los chats de mis vecinos.

En un fraccionamiento cerrado de Sierra Alta, harto de escuchar el enervante chillido de una cortadora de piso, un sujeto desahogó su ira a través de una ráfaga de disparos que tuvo por blanco a un albañil, su camioneta y el frente de la casa donde trabajaba. Nadie en el chat ha dicho qué más pasó con el hombre, lo único que se sabe es que la Policía tenía acordonada la zona.

Y aunque la historia puede ser una simple fábula de vecinos desenquehacerados, hay probabilidad de que sea cierta, porque salir a la calle a echar bala no es un deporte exclusivo de mexicanos, quienes, por cierto, tenemos un callo en el tímpano de tantas veces haber escuchado la misma noticia: “Esta mañana aparecieron en la calle, baldío o monte tal 10, 20, 30 o 40 personas ejecutadas”. En países “desarrollados”, el sufrimiento mental desbordado también provoca actos inefables donde la ira es más efecto que causa.

Sobre esto último, Javier García Campayo, en su libro Adiós al sufrimiento inútil, echa mano de saberes milenarios actualizados con técnicas de mindfulness, que permiten al lector gestionar y atemperar los aguijonazos del sufrimiento psicológico. De los varios conceptos que ahí maneja, hay uno que me llamó poderosamente la atención: el efecto cohorte, el cual explica en unas breves palabras: “Cada generación tiene más sufrimiento que la anterior”. Mis hijas sufren más que yo, yo sufro más de lo que sufrieron mi padre y madre, y ambos sufrieron más que mis abuelas y abuelos. Todo parece indicar que en lugar de hacernos más fuertes, nos hemos vuelto blandengues, frágiles, lloroncitos, debiluchos”.

Dicha involución resulta, por decir lo menos, paradójica, ya que nuestras condiciones de vida son mucho mejores que las de nuestros abuelos, gracias al avance civilizatorio, el rol de la tecnología y el bienestar económico. Entonces, si la vida es mucho más fácil hoy que hace 80 años, ¿por qué la generación actual es más sufridora?

A decir de García Campayo, por el exceso de expectativas y la poca tolerancia a la frustración, que vienen de la mano de la sociedad de consumo.

De cómo calan en el alma ambas punzadas hablaré en mi próxima entrega.


  • Pablo Ayala Enríquez
Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.