El renacer de una princesa (parte tres)

Monterrey /

Tal como prometí dos entregas atrás, me centraré en la anorexia nerviosa, la cual, como dice María Ganci: “Es un trastorno alimenticio que afecta a un gran número de adolescentes, tanto hombres como mujeres. El inicio suele producirse en torno a los 15-19 años en el caso de las mujeres, y entre los 17-26 años en el de los hombres”. A diferencia de otros problemas mentales que estallan durante la adolescencia, esta enfermedad es sigilosa, sutil, artera y mortal, sino se detecta a tiempo y atiende como es debido.

Al inicio, los síntomas son tenues y se disfrazan de salud. Hay una cierta obsesión por la calidad nutricional de la comida disponible, para luego acompañarla, como dice Ganci, “de una preocupación por la imagen corporal que lleva el deseo de delgadez junto con un miedo extremo a ganar peso. Esto va acompañado de una preocupación y pensamientos rumiativos sobre la comida, las calorías y el peso”.

Durante la siguiente fase, la enfermedad se enquista en el cuerpo dando inicio a la atrofia cerebral, la insuficiencia cardiaca y renal, el estreñimiento, la reducción de la masa ósea y muscular, así como del deterioro de algunas funciones metabólicas y hematológicas, el aumento de la ansiedad y la depresión, entre otras muchas afectaciones más.

Afortunadamente algunos de estos problemas son reversibles, siempre y cuando se atiendan a tiempo y la familia colabore. El enfermo de anorexia (o bulimia) no puede realimentarse y recuperar el peso perdido con recursos propios, porque su visión distorsionada de sí mismo le lleva a defender con uñas y dientes la idea de que resulta genial permanecer en los huesos, negándose así aceptar cualquier cambio en su imagen y manera de comer.

La pelea se gana en la mesa. De lo que se trata es vencer el miedo irracional a la comida y la gordura que esta provoca. Las batallas se dan enfrentando al enfermo a comer alimentos “prohibidos” por las reglas autoimpuestas y el dictado de un cerebro hambriento aquejado por el deterioro de los lóbulos frontales responsables del “juicio, la perspicacia, la concentración y la toma de decisiones”.

De qué hacer a la hora de la comida, le hablaré en la última entrega de esta serie.

  • Pablo Ayala Enríquez
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