Convocas a un lugar neutral a quienes reaccionaron positivamente a tu mensaje. La idea es conocerse y comenzar a darle forma al plan. Los diez asistentes se declaran tus aliados. Esta es la prueba que necesitabas para aplacar las dudas que desataban la venenosa insidia de tus demonios. La reunión te permitió poner en blanco y negro las ideas que te hicieron llegar hasta el fondo de tu caverna. Una sensación de urgencia bulle y rebosa en tu corazón. La decisión no tiene boleto de regreso. Sientes que nada puede detener el llamado.
No pasaron muchos días para que la vehemencia del amasijo de emociones se distorsionara hasta convertirse en un calvario. La realidad se te estampa de frente. No logras entender por qué a la gente que quieres le valga madre todo lo que pasa a su alrededor. Dicen sentirse atenazados, atados de manos, presas de un sistema que se blinda a sí mismo. Pese a todo, como si el destino dejara ver su lado compasivo, un correo cambia el rumbo de tus amargas cavilaciones. Una agencia internacional de noticias te quiere entrevistar, “pusiste el dedo en la llaga como nadie”, te dicen. La publicación trajo una nueva oleada de muestras de apoyo: “¿Salimos a la calle?”, “Puesto para difundir”. Una semana después el gentío reunido se convirtió en una especie de recompensa. Jamás pensaste que podrías movilizar a tantas personas, ahora el problema es responder al “¿Qué sigue?”.
Arrancó el camino de vuelta. A la primera siguieron dos marchas más y después un entumecimiento colectivo. El tema estaba por apagarse cuando, nuevamente, una larga entrevista te volvió a poner bajo los reflectores. De nuevo el silencio. Meses después, en una sala de espera del aeropuerto de Houston, una persona te aborda: “Encantado de conocerte; he seguido tus redes. Me inspiras de manera profunda. No soy el único, somos muchas personas las que creemos que debemos accionar el movimiento. Por favor, dinos cómo hacerlo”.
Todo el esfuerzo impreso recobró su sentido. En la mesa de tu habitación comienzas a replantear las muchas experiencias vividas. La casualidad del encuentro fortuito trajo consigo la resurrección del héroe.
Regresas al mundo con el elíxir que te permite habitarlo de manera renovada. Te sacudiste de encima la indiferencia. Eres alguien distinto. Tienes la certeza de tu impostergable misión. Ahora eres alguien capaz de inspirar y liderar una causa. Nació un ciudadano.