Prevenir para no morir

Monterrey /

En 1987, mi madre murió de cáncer. Recuerdo el momento como si hubiera sido ayer. De manera intempestiva, mi tía Julieta llegó al fondo de un estacionamiento donde un grupo de amigas y amigos lavábamos coches para pagarnos el viaje de graduación de la prepa. La expresión de su mirada le evitó el incomodísimo momento de iniciar la conversación. –¿Qué pasó? ¿Ya valió?–, pregunté. Asintió con la cabeza. “Me voy a apurar para que la alcances”. Sin preguntar nada más subí al coche. Me arrinconé en el asiento trasero para poder tragarme el llanto.

Durante el trayecto intentó reconfortarme con las palabras que pudo. Casi no las recuerdo, porque ya no quería escuchar. No tenía sentido. Si Dios me quería tanto, ¿por qué rechingados se llevó a mi mamá? ¡Bonita manera de querer tiene este Dios! En el ínter se oía el eco apagado de la voz de mi tía asegurándome que justo en ese instante mi mamá disfrutaba de su nueva vida en el cielo. Conociéndola –pensaba– no había forma de que estuviera feliz y contenta en ese nuevo plano, sabiendo que a mi hermana y a mí nos había dejado chiflando en la loma.

En el hospital las dudas se transformaron en certezas. Entre plática uno, dos y tres, se desveló lo que “amorosamente” los adultos de la familia me ocultaron. “Fue cáncer de estómago m’ijo”, dijo mi tío Monchi. A partir de ese momento odié la palabra. Lo curioso es que pasaron muchos años –casi 30– para terminar de esclarecer el misterio. No fue cáncer de estómago, sino cervicouterino el que se llevó a la tumba a mi madre. Fue en una cena de revelaciones tardías donde mi hermana, claridosa como es, me explicó que no era lo que yo pensaba, y que si se hubiera atendido a tiempo quizá se hubiera salvado.

Lo único extraordinario del caso es que era nuestra madre. Por lo demás, su muerte, como refiere la OMS, fue una más, ya que “en 2022 hubo 20 millones de nuevos casos de cáncer y 9.7 millones de muertes”. Dado que “alrededor de una de cada cinco personas desarrollará cáncer a lo largo de su vida; y aproximadamente uno de cada nueve hombres y uno de cada 12 mujeres mueren a causa de la enfermedad”, lo más cuerdo, lo atinado, lo mejor es prevenir para no morir.


  • Pablo Ayala Enríquez
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