Si la ética hubiera estado presente...

Monterrey /

Si algo le sobra a la ética son adjetivos. A la pobre la tachan de aburrida, enredosa, etérea, cándida, utópica y, sin ser el último santo que le cuelgan, hasta de inútil la tildan. Sus detractores dicen que lo que brote de ella será papel mojado, perorata moralina, consejito simplón que se queda en el ámbito del hágase si se tiene ganas o humor de hacerlo, porque sus orientaciones se estacionan en el pantanosísimo terreno de la conciencia y nunca en el de los hechos concretos. 

Sobra decir que estoy en contra de esta forma de ver y entender el qué y para qué de la ética. Ilustraré mi argumento con algunas escenas que se desprenden del proceso de aprobación de la reforma al Poder Judicial. Más allá del bando en que se milite, ¿por qué fue tan polémica? ¿Por su costo? ¿Por la premura del tiempo y condiciones en que se autoriza? ¿Por la dificultad para conocer a quienes aparecerán en las boletas? ¿Por la inexperiencia y falta de competencia técnica de quienes resultan elegidos? ¿Por las piruetas técnicas que el INE debe hacer para organizar la elección? ¿Por qué la aprobación equivale a hacerle el caldo gordo al afán de venganza, necesidad, ignorancia y egolatría de AMLO? 

La respuesta a todas estas preguntas es afirmativa, sin embargo, ninguna de ellas es la causa profunda de la polémica. Todas estas cuestiones se pueden resolver con reingeniería de procesos, tecnología, diálogo, cabildeo o dinero para corregir las fallas de una reforma hecha a troche y moche. El quid de la cuestión reside en el papel que la ética jugó durante todo el proceso. 

Hubo un punto donde los consejeros del INE pudieron haber evitado la sobrerrepresentación y no lo hicieron. La oposición pudo haber accionado sin venalidad y no lo hizo. Los morenistas que estaban en contra pudieron haberse mantenido fieles a sus principios y no lo hicieron. La Fiscalía pudo seguir el curso legal de las averiguaciones en contra de Yunes Márquez, pero prefirió coaccionarlo ilegalmente. AMLO pudo haberse opuesto a las triquiñuelas para lograr la sobrerrepresentación y no lo hizo. Si la ética hubiera estado presente, el resultado hubiera sido otro. 

En el momento que todos estos impresentables dejaron de lado sus principios, comenzamos a hundirnos en un estercolero del que difícilmente podremos salir. Aún hay forma de hacerlo, pero no será fácil.




  • Pablo Ayala Enríquez
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