Guerra de guerrillas

Ciudad de México /

El pasado 23 de mayo ocurrió un enfrentamiento entre dos grupos armados en una pequeña comunidad en Frontera Comalapa, Chiapas, provocando una disrupción en la vida de la comunidad donde sus habitantes abandonaron sus casas huyendo, y donde se dice que fueron reclutados muchachos irrumpiendo sus viviendas. 

La queja de la prensa es que los habitantes llamaron a todo tipo de autoridades en el momento de la contienda y que nadie acudió. La reacción pasiva de los cuerpos de seguridad estatal y federal coincide con una política de Estado de evitar a toda costa enfrentamientos donde se pierden vidas humanas, tanto civiles como militares, como ocurrió durante tanto tiempo en nuestro país. 

Los efectivos militares entraron posteriormente cuando la balacera había terminado, auxiliando a la población para regresar a sus viviendas. Efectivamente, se ahorraron vidas humanas, pero el alma de la comunidad se rompió, como en tantas otras, probablemente en forma irreversible. Las familias se partieron, con sus hijos desaparecieron o fueron llevados a comunidades cercanas para protegerlos. 

Ya muchos sabemos de la cruda y descarnada realidad de que la criminalidad organizada ya trascendió el paso de drogas por nuestro territorio, y el consumo comunitario ha ido penetrando en nuestra sociedad como un fatal cáncer.

La violencia en México está atestando un artero golpe a su célula primaria, la familia, con consecuencias tal vez peores que las pérdidas de vidas. El tejido social comunitario debe ser defendido a toda costa, y su preservación es aún más importante que la del medio ambiente. 

Me imagino qué hubiera ocurrido si esa comunidad vulnerable hubiera estado intervenida desde antes por un grupo de servidores públicos, incluidos elementos de la Guardia Nacional, abocados a proteger la integridad de las familias y a promover el desarrollo socioeconómico de manera atenta y focalizada. 

La convivencia de los servidores públicos con la comunidad ayudaría a detectar los focos urgentes de atención, y el trabajo de restitución de sus economías y su tejido social considero que es la única contra-arma que tenemos. Los estrategas de guerra conocen la efectividad de la guerra de guerrillas. Es tiempo de utilizarla para salvar a México.


  • Patricia Armendáriz
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