Animales y medio ambiente

Ciudad de México /

El primer filósofo mexicano en tomar con todo el rigor la pregunta por el valor de la vida animal fue el doctor Alejandro Herrera Ibáñez. Él ha sido el maestro para todos los que hemos intentado adentrarnos en esos temas y es, por lo mismo, un pensador muy querido y respetado por toda la comunidad filosófica.

Una conferencia que dio hace algunos años en la universidad, desde el título anunciaba su tema: cuáles son los animales que deben ser considerados desde el punto de vista moral. De manera muy resumida, su propuesta era que todos los animales, incluso los moluscos o insectos, merecen ser respetados. Yo estoy de acuerdo con esta propuesta y el único límite que le pondría sería el cuidado de la propia vida, esto es, mientras un animal no implique un peligro mayor para mí o para mis seres amados, creo que no tengo derecho de intervenir en su vida. Para el doctor Herrera Ibañez toda la fauna no deseada, desde cucarachas hasta ratas, no debe aniquilarse sino conducirse a un lugar fuera de la propia casa: me parece la propuesta más sensata que he escuchado.

Nunca falta el bruto o el psicópata incapaz de empatía que tome esto a la ligera. Pero cuidado porque lo que está jugando en nuestra consideración en torno a los animales es la sobrevivencia de la vida en nuestro planeta. Nuestra concepción de los animales es la que nos ha llevado a destrozar el planeta: al considerar que un animal no merece el mismo respeto que el resto de los seres que conformamos el reino animal. No hemos respetado sus hábitats y los hemos destruido por intereses personales. Si tuviéramos más respeto por la vida animal, no destruiríamos los lugares en que viven y el planeta no estaría en el peligro en el que ahora está.

Todo lo anterior se ha dicho de manera muy simplificada porque este no es un tratado de zooética sino un artículo de opinión. Si con una concepción diferente de la animalidad, el planeta tendría mejores condiciones, ¿cómo educar en la empatía? Observar animales en libertad es un buen comienzo educativo; se conoce lo que se ama, decía Fromm.

El problema es que ya no tenemos tiempo para convencer a los brutos ni a los psicópatas de las implicaciones globales de una educación permisiva en el maltrato animal: los efectos del cambio climático ya se están dejando sentir en el mundo y no podemos esperar el tiempo necesario para que toda la humanidad aprenda la empatía hacia la vida.

Por eso mientras se logra gestar esa empatía, urge sembrar, sembrar tantos árboles nativos como se pueda. Hay ciudades que han logrado bajar uno o dos grados la temperatura gracias a la siembra masiva de árboles. A la Ciudad de México le urge perforar banquetas y sembrar árboles nativos (¡no eucaliptos!) Si cada habitante del Valle de México siembra un árbol, tendremos bastantes millones de árboles sembrados.

Mientras logramos educar en la empatía, urge sembrar, sembrar y sembrar.


  • Paulina Rivero Weber
  • paulinagrw@yahoo.com
  • Es licenciada, maestra y doctora en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus líneas de investigación se centran en temas de Ética y Bioética, en particular en los pensamientos de los griegos antiguos, así como de Spinoza, Nietzsche, Heidegger.
Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.