Dignidad / II

Ciudad de México /

En una entrega pasada decía yo que para comprender un poco más a qué nos referimos con el concepto “dignidad”, era preciso al menos intentar un esbozo de una genealogía de este concepto. Nietzsche creo al método genealógico y lo definió como una “metódica histórica”, esto es, una cierta manera de estudiar los fenómenos que, como el lenguaje, tienen una historia y cambian a través de ella.

Podríamos comenzar por lo más elemental, que ha llegado a mí gracias a Alexis Hellmer, un egresado de la UNAM tan joven como erudito: el sustantivo “dignidad” tanto como el adjetivo “digno” provienen del latín dignus. Ambos tienen una familia que comparte la raíz proto-indoeuropea: dek. De ella derivan muchos conceptos griegos, de los cuales me interesa resaltar uno: dóxa: opinión, juicio, creencia, fama o reputación. También de ella derivan conceptos latinos, como decet (conveniente, apropiado); decus (honra, gloria, esplendor, virtud, elegancia) y dignus, de donde deriva, como dije, el sustantivo dignitas (dignidad).

Pero las etimologías proto-indoeuropeas si bien pueden orientarnos, quedan años luz en el estudio del devenir de nuestras palabras y debemos tomarlas con cuidado. Vayamos pues a la historia más cercana de este concepto latino. Ya en su origen romano el concepto no era claro ni unívoco. Podía aludir al prestigio que un ciudadano varón lograba a lo largo de una vida, o a su relación con la dignidad suprema del emperador, como en el caso de los dignatarios. Tan solo en Roma hay toda una historia sobre el concepto de “dignidad” y sus múltiples significados. Lo que sí parece claro es que este concepto no se asociaba a la religión, sino al ciudadano varón o al emperador.

En la recreación del cristianismo de la Edad Media, “dignidad” se asociará más a Dios: se remarcará la dignidad humana en el hecho de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. Pico della Mirandola junto con otros renacentistas, cambia el destino de esta palabra al considerar que la dignidad humana radica en su capacidad de elegir, esto es: en su libertad. Podemos ser creadores y guardianas de la vida o podemos ser sus destructores. Según Pico, podemos “degenerar en los seres inferiores que son las bestias” o podemos llegar a ser como “las realidades superiores que son divinas”.

Hoy en día esa exclusividad de la dignidad humana ha sido duramente criticada y cuestionada desde la ecología, la etología y la bioética. Desde estas ciencias, la dignidad no debiera aplicar solamente a los seres humanos, sino a otros seres vivos. En ese sentido, Kant padece un duro revés, pues fue el pensador que fundamentó la dignidad humana encuentra en la dignidad de la razón. Las respuestas que la propuesta kantiana ha recibido desde el ámbito de la zooética y la ecoética han sido muchas y muy variadas, ya sea para rescatar a Kant o para supuestamente descartarlo.

Después de tan complejos devenires, no debe sorprendernos que el empleo de este concepto en la actualidad sea tan difuso o más bien, tan confuso. Hoy en día solemos asociar el concepto de “dignidad” a “ser merecedor de algo”: se puede ser digno de una reprimenda o de un homenaje, de un castigo o de un premio. Pero para hacer más complejo aun el panorama, hoy en día hay quienes no dudan en rebajar la tan alabada dignidad humana a la indignidad mayor: se nos compara con una plaga incontrolable que está acabando con el planeta, con una plaga tan indigna como podría serlo una kafkiana plaga de cucarachas.

A pesar de todo, en los múltiples juegos de fuerzas que conlleva la historia de este concepto, hay una constante. Aquí apenas hemos aludido a esa compleja historia, pero la orientación básica a la que me refiero puede sin duda dar sentido a lo que hoy por hoy entendemos por “dignidad” o al menos, a aquello a lo que nos referimos cuando hablamos de “dignidad”. En la siguiente entrega me referiré a ello y, lo prometo, será la tercera y última entrega que haga a este diario sobre este tema.

  • Paulina Rivero Weber
  • paulinagrw@yahoo.com
  • Es licenciada, maestra y doctora en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus líneas de investigación se centran en temas de Ética y Bioética, en particular en los pensamientos de los griegos antiguos, así como de Spinoza, Nietzsche, Heidegger.
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