La mujer que descubrió la estructura del ADN

Ciudad de México /

Comenzaba la década de 1950: la biología estaba a punto de vivir una revolución. Para entonces se sabía que el ADN contenía toda la información genética, pero su estructura era un misterio; quien pudiera hacerla visible, iluminaría el mecanismo de la herencia. Muchos científicos trabajaban en esa búsqueda, pero sólo una lo logró: Rosalind Franklin.

Rosalind Franklin era una biofísica británica experta en una técnica que permitía deducir la estructura de las moléculas. En 1951, ingresó al King’s College de Londres y comenzó a aplicar esa técnica al estudio del ADN. Gracias a su meticulosa forma de trabajar, obtenía imágenes increíblemente nítidas para su tiempo. Una de esas imágenes se conoce como la “fotografía 51”: es la que cambió la biología. La fotografía 51, mostraba la forma perfecta de una “X”, signo inequívoco de la estructura helicoidal. Esa imagen permitía deducir que el ADN tenía dos hebras enrolladas entre sí. En pocas palabras, gracias a la fotografía 51 se conoció la estructura del ADN.

Uno de los episodios más negros de la ciencia ocurrió en 1953, cuando J. D. Watson, científico de la Universidad de Cambridge, tuvo acceso tanto a la fotografía 51, como a todos los datos numéricos fundamentales del trabajo de Rosalind Franklin, sin su conocimiento ni autorización. ¿Cómo? A través del mismísimo colega de ella: Maurice Wilkins. Así se barajea la misoginia en la ciencia.

Ese mismo año, la revista Nature publicó tres artículos en torno al descubrimiento de la doble hélice de ADN. Uno era de Watson y Crick, otro era de Wilkins, Stokes y Wilson, y otro era de Rosalind Franklin y su joven alumno de doctorado Raymond Gosling, a quien generosamente ella reconoció. Lo que nadie sabía, era que Watson y Crick habían escrito su artículo y construido su modelo, usando la fotografía 51 y los datos de Rosalind Franklin a quien miserablemente, no le dieron el lugar debido en sus investigaciones: un caso más de plagio en la ciencia.

En su libro La doble hélice, Rosalind Franklin aparece como “Rosy”, mujer de la que Watson comenta su apariencia, su carácter y su forma de vestir: hoy hay una coincidencia en torno a que este libro refleja una visión machista y despectiva hacia las mujeres. También racista, en 2007 Watson declaró en The Sunday Times, que las personas negras son menos inteligentes que las blancas. En 2019 tuvo oportunidad de retractarse, pero el sabio científico dijo que la inferioridad de los negros frente a los blancos es genética: la condena fue general y Watson perdió todos sus reconocimientos institucionales.

Apenas comienza a reconocerse el papel de Rosalind Franklin, quien no levantó modelos de alambre ni pronunció discursos: construyó evidencias. Hoy varias universidades y centros de investigación llevan su nombre y en 2020 la Agencia Espacial Europea bautizó su rover marciano en honor a ella. Se han hecho documentales, series, películas, obras de teatro, se han escrito varias biografías y algunos museos de ciencia ya le dan el lugar correcto a su trabajo.

Rosalind Franklin fue una científica olvidada que hoy se reconoce y se recuerda no sólo por haber captado la imagen que reveló el secreto de la vida: también es la muestra fiel del abuso intelectual que muchos hombres continúan haciendo de las mujeres. ¿No nos plagian? No: solo repiten datos, descubrimientos o simples pensamientos, sin citarnos. Por muchos años, detrás de un “gran” hombre, había una gran mujer. Hoy muchas luchamos porque eso no sea así y las grandes mujeres sean visibilizadas y reconocidas como tales.

Luchamos para que un gran hombre llegue a ser tal, sin socavar a una mujer.

Luchamos por que cada mujer brille con su propia luz.


  • Paulina Rivero Weber
  • paulinagrw@yahoo.com
  • Es licenciada, maestra y doctora en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus líneas de investigación se centran en temas de Ética y Bioética, en particular en los pensamientos de los griegos antiguos, así como de Spinoza, Nietzsche, Heidegger.
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