En mi pasada entrega, un colega me hizo la siguiente observación: “De entrada no lo había pensado, pero ¿no se corre el riesgo de parecer que estás en contra del derecho de las mujeres a la interrupción del embarazo?” Le pregunté por qué lo afirmaba y me respondió: “La gente me dice que soy alarmista, tal vez lo sea. En este caso, me disgustaría que alguien llegara a sacar de contexto tu artículo. Concretamente pienso que la frase ‘Tendría que ser un pecado atentar contra la vida en cualquiera de sus formas’ y, contra lo que sostienes, pudiera confundir a quienes te lean por primera vez. Ojalá me equivoque”.
Tiene toda la razón: al intentar ampliar el círculo de las consideraciones para los animales hacia todo ser vivo, nos topamos con lo imposible, pues no todo ser vivo requiere ni merece ciertas consideraciones. Alguna vez un médico muy querido me platicó sobre un libro cuyo título lamentablemente había olvidado, pero la obra en cuestión relataba, en primera persona, la vida de una ameba. Sientan o no sientan, no podemos respetar la vida de las amebas, las lombrices intestinales y cualquier otro parásito.
¿Tiene algún sentido cuestionar lo anterior? Sí, porque la respuesta establece límites al deseo de respetar la vida. Lo dijo Albert Schweitzer: somos vida que quiere vivir rodeada de vida que quiere vivir. Y yo agregaría: la vida se alimenta de vida, no podemos respetar toda vida por igual.
A la vez, me parece prioritario hacer notar que existen entidades que, aunque no posean vida animal, requieren ser respetadas: un bosque, una selva o incluso, como siempre he dicho, seres inanimados que requieren de nuestro respeto: los mares, el aire, la tierra.
El problema en torno al aborto, al cual mi colega hizo mención, surge al pretender extender consideraciones a todos los seres sintientes. Y he ahí una clave: comencemos por aclarar que el feto de 12 semanas, cuyo aborto está regulado en nuestro país, no tiene capacidad para sentir. De hecho ya en 2010, el Real Colegio de Obstetras y Ginecólogos del Reino Unido consideró que antes de las 24 semanas los fetos no habían logrado desarrollarse y existían en una especie de sedación.
México es más conservador al tomar como límite la semana 12, pero la cuestión en torno al aborto no radica en estar a favor o en contra: eso es un problema mal planteado. Nadie puede estar a favor de una práctica que lastima física y a veces mentalmente a una mujer: el aborto no es un gusto sino una necesidad y por lo mismo es un derecho. Lo he dicho siempre: nunca he conocido, ni conoceré, a una mujer que sea feliz por poder abortar, es una opción extrema que se toma solo en casos de necesidad.
De modo que reformulo mi idea: las consideraciones o derechos de los otros seres terminan ahí en donde la propia vida es amenazada. Eso incluye por supuesto todo lo que representa una amenaza a la integridad física o mental de una mujer o aquello que es una amenaza inminente, como el mosquito o la piraña.
Alejandro Herrera diría: no tienes por qué matar pirañas, simplemente no invadas su territorio. No tienes por qué matar cucarachas, simplemente limpia tu casa para evitarlas. Y tiene toda la razón, pero lamentablemente existen casos en los que nos vemos obligados a optar por una vida y no por otra: eso resume todo lo dicho y aclara el posible malentendido de mi pasada entrega.