Podríamos creer que la cuestión de la bondad o maldad innatas ha sido superada, pero no es así, muchos continúan creyendo que por naturaleza somos egoístas y el trato social “lima” ciertas asperezas o que nacemos “buenos” (solidarios) y el trato social nos corrompe.
Frans de Waal fue un etólogo especializado en primates que encontró la forma de poner fin a esa pregunta. Estudió la conducta de los primates, pero también de aves, delfines, ballenas, elefantes y murciélagos y encontró que ellos, al igual que el animal racional, no nacemos ni altruistas ni egoístas, nacemos empáticos. Y ser empático solo implica que somos capaces de comprender lo que el otro está sintiendo.
Para De Waal la empatía puede emplearse para ayudar o para dañar. Es porque sabemos lo que el otro siente que podemos hacerle bien y provocarle un daño. ¿Qué determina que tomemos un camino o el otro? Aquí parece tener un papel singular lo que De Waal llama “el contagio emocional”. Sus observaciones documentan que desde el nacimiento, los primates, y en general los mamíferos, somos contagiados de las emociones que nos rodean, aprendemos, sí, a través de las emociones.
Imaginemos lo que el contagio emocional implica a nivel educativo: un niño que ha nacido en un ambiente de violencia será violento, mientras que uno nacido en un ambiente emocionalmente sano tendrá más posibilidades de ser contagiado por emociones positivas. Romper la cadena de violencia en un infante requiere introducir emociones contrarias a la violencia en el proceso de aprendizaje emocional.
Romper la cadena de violencia no requiere una educación racional sino una educación emocional, una educación de la sensibilidad humana. Por extraño que parezca, podemos aprender a sentir, esto es, es posible moldear, educar la sensibilidad humana para sentir desagrado ante la violencia y preferir una cultura de solidaridad.
¿Cómo hacerlo? En algunos países parte de esa educación se introduce al poner animales pequeños al cuidado de los niños: conejos, gallinas, patos o cuyos son cuidados y alimentados por los niños.
Pero en nuestro país, antes de esto, es necesario erradicar la normalización de la violencia; los espectáculos violentos educan en la violencia. Es necesario visibilizar la violencia, hacer sangrar a un animal por diversión es un acto violento y urge decirlo.
A la pregunta ¿cómo hacerlo? la respuesta es: educando en el respeto y el amor a la vida.