Un amigo se interesaba mucho en la explicación de las vicisitudes políticas en la sociedad y en el mundo. A mi parecer sus análisis y consideraciones solían ser valiosas y ayudaban a comprender mejor muchas de las cuestiones que se planteaban en este campo. Uno de los aspectos que destacaba en sus comentarios era el de las propuestas a nivel doctrinal o a nivel ideológico que servían de fundamento a las decisiones de los actores políticos. Recurría con frecuencia al esquema "izquierda-derecha" y con ello procuraba interpretar las acciones de los individuos y de los grupos. Sin embargo; el esquema le resultaba insuficiente y tenía que recurrir por ello a otro punto vista, más básico en el fondo, para dar razón de los hechos que correspondía tratar, es decir, la perspectiva del poder, o la del arriba y abajo.
Observar los hechos desde el punto de vista de la posesión del poder en algún grado, ayuda a comprender por qué un cierto actor político puede en algún momento dejar a un lado sus "convicciones" y favorecer propuestas diferentes de las que en principio sostendrá. Es posible, naturalmente, que alguien cambie de opinión o que rectifique sus juicios, pero aquí no me refiero a esos casos, sino al cambio que es motivado simplemente por la conveniencia y en función de adquirir, en algún grado, poder político.
Ciertamente el planteamiento de este tema lo sitúa en el campo ético y moral. Fácilmente podemos ver que actuar de ese modo no es aceptable, pero quizá debamos decir también que ese comportamiento es una tentación muy grande. Se habla de la "tentación del poder", a la cual parecen haber cedido muchas personas a lo largo de la historia.
Lo que conviene recordar entonces es el sentido del poder, porque en sí mismo no es algo malo, sino que su bondad o maldad dependen del uso que se le dé. El poder político tiene como fundamento la consecución del bien común, que no podría alcanzarse sin una autoridad con el poder necesario para que en la sociedad se mantenga, respete y promueva un orden acorde a la dignidad de las personas, donde individuos y grupos puedan desarrollarse armónicamente.
En cuanto a la "tentación del poder", un teólogo decía que el remedio, como contra toda tentación, se halla en la gracia. Por ello, los creyentes católicos, para cumplir las enseñanzas de la Escritura, cada semana en la misa dominical, oramos por los gobernantes, nos gusten o no, pidiendo a Dios que los asista en el servicio del pueblo.