El 30 de diciembre de 1987 el papa Juan Pablo II firmaba su encíclica “Sollicitudo rei socialis”, con motivo del aniversario de la “Populorum progresio” que había escrito el papa Pablo VI. Naturalmente, abordaba el tema del desarrollo, tomando en cuenta el panorama del mundo en esos momentos. Señalaba en qué consiste el verdadero desarrollo y proponía una lectura teológica de los problemas modernos y algunas orientaciones no técnicas, sino humanísticas.
El documento, después de haber descrito en forma general la situación de su tiempo, hacía una reflexión sobre los derechos humanos y, de forma particular, de la declaración de los mismos por la Organización de las Naciones Unidas en 1948. Juan Pablo II decía que, en el panorama descrito, con muchas cosas negativas, se podían encontrar también aspectos positivos. Añadía entonces que de esos aspectos “el primero es la plena conciencia, en muchísimos hombres y mujeres, de su propia dignidad y de la de cada ser humano. Esta conciencia se expresa, por ejemplo, en una viva preocupación por el respeto de los derechos humanos y en el más decidido rechazo de sus violaciones. De esto es un signo revelador el número de asociaciones privadas, algunas de alcance mundial, de reciente creación, y casi todas comprometidas en seguir con extremo cuidado y loable objetividad los acontecimientos internacionales en un campo tan delicado”.
Así, vemos que lo más importante que hallaba como aspecto bueno era el de la conciencia de la dignidad de cada ser humano, que a su vez impulsaba al respeto de los derechos y al rechazo de sus violaciones. Completaba la idea diciendo que “hay que reconocer la influencia ejercida por la Declaración de los Derechos Humanos, promulgada hace casi cuarenta años por la Organización de las Naciones Unidas”. Continuaba el pontífice afirmando que “su misma existencia y su aceptación progresiva por la comunidad internacional son ya testimonio de una mayor conciencia que se está imponiendo. Lo mismo cabe decir —siempre en el campo de los derechos humanos— sobre los otros instrumentos jurídicos de la misma Organización de las Naciones Unidas o de otros Organismos internacionales”.
Vuelve a mencionar la palabra “conciencia”, pero en este segundo momento no la usa simplemente como conocimiento y advertencia del propio ser y actuar, o del conocimiento de otras personas, sino con un sentido ético más claro. Esta “conciencia” indica que la humanidad veía algunos puntos fundamentales relativos al bien y al mal. La pregunta hoy es si tras las propuestas de pretendidos derechos humanos en la actualidad la conciencia ha aumentado o disminuido.