Isidoro de Sevilla, erudito de cultura hispano-romana, vivió en el año 560 y murió el 636. Su influencia intelectual fue muy grande ya en su vida y, después, durante la Edad Media, porque sintetizó el saber de su época y colaboró, a través de sus obras, a que se transmitiera en muchos aspectos a la posteridad. Vivió una época de transición entre el mundo romano y el que se desarrolló en la península con el dominio de los visigodos.
Él recoge, en lo social, los planteamientos que habían desarrollado los pensadores cristianos anteriores a él, sobre todo Agustín y Gregorio Magno, pero también recoge perspectivas procedentes del derecho romano y así enriquece sus ideas acerca del tema de la propiedad. Reconoce Isidoro, en su obra “Etimologías” y en relación al derecho natural, que hay cosas de posesión común, pero también que hay cosas en el mundo que pueden adquirirse y que hay cosas prestadas que deben ser restituidas. Esto supone que se admite la propiedad privada como un derecho natural.
Decía Isidoro: “El derecho puede ser natural, civil o de gentes. El derecho natural es común a todas las naciones y existe en todas las partes por instinto de la naturaleza, no por alguna constitución, como la unión del hombre y de la mujer, la recepción y educación de los hijos, la posesión común a todos, la misma libertad para todos y el derecho a adquirir todo lo que en el cielo, la tierra y el mar se contiene. También la restitución de las cosas depositadas o dadas en préstamo y la oposición de la fuerza a la violencia. Porque todas estas cosas, y otras semejantes, nunca son injustas, sino naturales y equitativas”.
Como puede verse, este autor de la segunda mitad del siglo VI y la primera del siglo VII distinguía los diversos tipos de derecho y explicaba el derecho natural a través de ejemplos que en realidad son importantes no solo para su tiempo, sino para todos los tiempos. Tales derechos podríamos decir que son elementales y no provienen de una “constitución”, es decir, de una convención humana o determinaciones de quienes detentan el poder, sino que existen “por instinto de naturaleza”, es decir, que surgen de lo que somos como seres humanos.
Podríamos decir que Isidoro, que fue obispo de Sevilla y venerado como santo por católicos, ortodoxos y anglicanos, ya proponía como puntos básicos para la sociedad los derechos referentes a la familia, la educación, al destino universal de los bienes y a la propiedad privada, a la libertad, a la justicia e, inclusive a la legítima defensa.