La historia de los hombres y de las sociedades que forman se compone en sí de los hechos por éstos generados en cuanto tales. Lo que sucedió en un tiempo y en un lugar es singular e inmodificable, aunque pudiera haber sucedido otra cosa. No existe una máquina del tiempo que permita retroceder para arreglar o desarreglar el pasado. Sin embargo, no son lo mismo los hechos que lo que sabemos, lo pensamos y lo que decimos, u ocultamos, sobre ellos.
En primer término está la cuestión del conocimiento. Del pasado como pasado tenemos conocimiento por experiencia y memoria de un ámbito bastante reducido, de otra parte tenemos lo que se nos comparte por los demás, con sus propios límites. Sobre un campo más amplio, lo que se transmite en un grupo o comunidad nos da cuenta del pasado, pero sigue siendo un conocimiento limitado. El conocimiento de los hechos con estas mediaciones, si bien posee un valor, nos acerca solo un poco al pasado.
Los historiadores abordan el pasado usando una propia metodología que les permite llegar a un conocimiento mayor, que se apoya en fuentes documentales, testimonios, objetos, monumentos y todo aquello que pueda ofrecer noticia de los acontecimientos y sus relaciones. Con todo, el conocimiento histórico nunca alcanza a dar cuenta de todo, puesto que no todos los hechos pueden quedar registrados en las fuentes, y porque su interpretación puede variar según los puntos de vista con que se enfoquen. Sí conocemos la historia, pero ese conocimiento no es perfecto.
Existe otro problema con el tema de la historia, que deriva de las necesidades de los seres humanos de afirmar la propia identidad no solamente a nivel de la persona individual, sino también a nivel de grupos y sociedades. Esto significa que los hechos históricos del pasado dan razón de la identidad de una tribu, de un clan, de una comunidad, de un pueblo o de otras realidades de este tipo. Surge aquí la posibilidad de apoyar la identidad en hechos supuestos, no realmente acontecidos o en hechos falsamente interpretados.
A su vez, cabe aquí notar que el error sobre los hechos y su interpretación puede deberse a la limitación cognoscitiva que hemos señalado, pero también a la manipulación en razón de intereses de otro tipo. De esta manera la historia pasa a convertirse en botín de una ideología o, al menos, de un punto de vista interesado. Continuaremos con el tema.