El mensaje para la LIX Jornada mundial de la paz de 2026 del próximo primero de enero, del papa León XIV, lleva por título “La paz esté con todos ustedes: hacia una paz desarmada y desarmante”. El mensaje parte del saludo: “¡La paz esté con ustedes!”, pasando a describir la paz de Cristo como una paz que no utiliza la fuerza ni la coacción y que, sin embargo, posee el poder de neutralizar la agresividad de los demás, por lo que la llama desarmada y desarmante y la caracteriza por ser humilde y perseverante, resistente a la oscuridad de los tiempos actuales (“tercera guerra mundial a pedazos”).
El pontífice advierte sobre el peligro de un “falso realismo” que solo ve oscuridad, miedo y desesperanza. Hay que recordar, en cambio, que la paz es un camino y que no es solo una meta lejana. Recuerda las palabras de Agustín para invitarnos a cultivar la paz “Tened la paz, hermanos. Si queréis atraer a los demás hacia ella, sed los primeros en poseerla y retenerla. Arda en vosotros lo que poseéis para encender a los demás”.
Por otra parte León XIV considera preocupante la situación geopolítica actual, a que el gasto militar ha aumentado alcanzando cifras récord, mientras que, por el contrario, se descuida la cultura de la memoria y la paz. Asimismo, alerta sobre el uso de la Inteligencia artificial en el ámbito militar, donde se pueden delegar a las máquinas decisiones de vida o muerte, lo cual pone en peligro el debido humanismo jurídico.
Piensa el pontífice que la paz no debe basarse en el miedo nuclear o el equilibrio de fuerzas, porque la verdadera paz solo puede nacer de la confianza recíproca. En lo religioso rechaza el uso de la fe para bendecir nacionalismos violentos y propone el diálogo inter-religioso, mientras que en lo político insta a recuperar la diplomacia y el derecho internacional y pide a los gobernantes a no ceder a los intereses financieros que empujan hacia la guerra.
El texto concluye con las siguientes palabras: “Que este sea un fruto del Jubileo de la Esperanza, que ha impulsado a millones de seres humanos a redescubrirse peregrinos y a comenzar en sí mismos ese desarme del corazón, de la mente y de la vida al que Dios no tardará en responder cumpliendo sus promesas: ‘Él será juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos. Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra. ¡Ven, casa de Jacob, y caminemos a la luz del Señor!’ (Is 2,4-5)”.