Razones y sinrazones

Toluca /

Cervantes, en la novela de Don Quijote de la Mancha, nos lo muestra esforzándose en encontrar el sentido de ciertas frases como “La razón de la sinrazón, que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra hermosura”. Tanto les daba vuelta, relata, que don Quijote perdió la cordura. Sin embargo, aquella frase ya encerraba algo que vale la pena reflexionar (sin obsesionarse para no perder la cordura). Tomo aquí tan sólo las palabras: “la razón de la sinrazón”.

Se dice, justamente, que el hombre es un animal racional. Esta afirmación no le gustaba a cierto entendido en psicología, pues objetaba que los seres humanos nos comportamos muchísimas veces sin ninguna consideración racional. La observación es cierta, de hecho, es una experiencia común y, por ello, alguien puede decirle a otro que no sea tonto, que no se deje llevar por la ira, o por la envidia, u otras pasiones y emociones, sino que piense las cosas. Que el hombre sea racional no significa que siempre razone.

En la vida necesitamos razonar para decidir y vivir como personas, pero no todo en la vida es razonamiento. Precisamente, es en el campo de las decisiones serias e importantes donde debía brillar la luz de la inteligencia para elegir esto o aquello. Pero ya los anuncios comerciales nos permiten ver que la cosa no va siempre por el razonamiento. En ellos se usan trucos variados en los que “caemos” con frecuencia. Descubrimos que “la razón de la sinrazón” de muchas actitudes, propuestas, y decisiones va más por el lado emotivo.

Por supuesto que las emociones y sentimientos tienen su importancia, la sinrazón no está ahí. Lo que se vuelve en cambio una sinrazón es renunciar a la razón, marginarla o sacrificarla en aras de un capricho producto de sentimientos ciegos. Esta sinrazón no es un problema individual, de hecho, el asunto posee una enorme repercusión social. La historia nos muestra ejemplos de líderes que arrastraban a sus seguidores en pos de sinrazones, a veces sumamente dañinas.

El hombre ideal no es uno que nada más piensa, pero un hombre que no piensa, cuando debe hacerlo, se hace mal a sí mismo y, muy probablemente a los demás. Necesitamos el calor de la afectividad, necesitamos el calor del hogar, el abrazo de nuestras amistades, la compasión… pero necesitamos pensar, usar nuestra inteligencia, razonar, sacar conclusiones.

No es extraño que el papa Benedicto XVI haya escrito su encíclica “Caritas in veritate”, pues en el fondo la cuestión está en que el amor puede ser auténtico solamente sobre la base de la verdad.

  • Pedro Miguel Funes Díaz
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