La subsidiaridad, o subsidiariedad, ocupa un lugar importante en lo que se refiere a la sociedad y sus dinámicas. Lógicamente se relaciona con el subsidio, o ayuda que se presta a quien tiene necesidad de apoyo para desarrollarse, pero sus implicaciones nos llevan a descubrir elementos esenciales de la sociedad.
Los precedentes del uso actual del término “subsidiaridad”, o de su variante “subsidiariedad”, ya que ambos aparecen en el diccionario, los encontramos en León XIII, a cuyo contenido se refiere sobre todo en tres pasajes de la encíclica “Rerum novarum”. Para él, dada la prioridad de la persona y la familia, éstas no debían ser absorbidas por el poder público, es decir, el Estado, sino que se debían respetar sus derechos y permitirles obrar según sus posibilidades y, además, hablando del derecho de asociación, extendía a este campo la necesidad del respeto y del apoyo del Estado hacia él.
Pío XI ya usa propiamente el término refiriéndose a una realidad natural, propia de toda asociación humana. Sobre la subsidiariedad aseguraba que “aunque es verdad, y la historia lo demuestra con abundancia, que por el cambio operado en la situación social muchas tareas que en épocas anteriores podían realizar también las asociaciones pequeñas, hoy sólo pueden llevarse a cabo por obra de grandes entidades sociales, sigue, sin embargo, absolutamente firme en la filosofía social este gravísimo principio inamovible e inmutable”.
Añadía entonces la siguiente descripción: “de la misma manera que no se puede quitar a los individuos y traspasar a la comunidad lo que ellos pueden realizar por su propia iniciativa y esfuerzo, así también es injusto y al mismo tiempo gravemente dañoso y perturbador del recto orden, entregar a una sociedad mayor y más elevada las tareas que pueden realizar y ofrecer las comunidades menores e inferiores, ya que toda actividad social, por su propio dinamismo natural, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero nunca destruirlos y absorberlos”.
Estos puntos claves que propuso Pío XI en su encíclica “Quadagesimo anno” contienen un quehacer y algo que evitar. Lo que hay que hacer es ayudar a los miembros del cuerpo social, de donde se puede entender que subsidiar a una entidad social menor sea una justa tarea si se hace convenientemente por parte de una mayor. Pero lo que hay que evitar es que las entidades sociales mayores, y finalmente el Estado, absorban y, de ese modo, destruyan a las menores.
Con estas consideraciones se puede comprender que el servicio es el sentido profundo de la subsidiaridad.