El año de 1968 comenzaron las que Pablo VI llamó "Jornadas mundiales de la paz", cuyo objetivo era invitar a todos, no solamente a los cristianos, a reflexionar sobre un tema que, naturalmente, era muy importante y que hoy en día sigue siéndolo, como constatamos fácilmente al ver la situación mundial. Se trataba del tema de la paz. Así, escogió como primer título para el mensaje que dedicó a esta jornada el de "no a la violencia, sí a la paz".
Su mensaje comienza estableciendo que "la paz no es un sueño puramente ideal, no es una utopía atrayente, pero infecunda e inalcanzable; es y debe ser una realidad; una realidad mutable y que se debe crear en cada período de la civilización, como el pan que nos alimenta, fruto de la tierra y de la divina Providencia, pero a la vez obra del hombre trabajador". Como se desprende de estas palabras, la propuesta de paz se refiere a una realidad que tiene que crearse por los hombres de cada tiempo, es algo que depende también de la obra de quienes trabajan por ella.
La idea de que no se trata de un sueño sino de algo por construir en todo tiempo, me parece que permite tomar en cuenta el hecho de que no es posible construir un sistema que nos lleve a la "paz perpetua" en este mundo, como hubiera querido Kant. En el fondo no es una cuestión de sistemas, sino de una disposición que debe renovarse una y otra vez.
En 1968, Pablo VI hacía un llamado "a todos los hombres de buena voluntad, a las personas responsables de la dirección colectiva de la vida social, a los políticos, a los pensadores, a los publicistas, a los artistas, a los inspiradores de la opinión pública, a los maestros de las escuelas, del arte, de la oración, y también a los grandes mentores y agentes del mercado mundial de armas, a todos, a emprender nuevamente con generosa honestidad la reflexión acerca de la Paz en el mundo, hoy".
Este llamado hace ver que la construcción de la paz se apoya sobre todo en las convicciones de las personas. En otras palabras, se trata precisamente de convencer, a través del diálogo y la reflexión, de la necesidad de la paz y de que la vía para solucionar los problemas no es la de la violencia.
Entre otras cosas, señala el pontífice que "la violencia no es fortaleza". Para él la violencia es "la explosión de una energía ciega que degrada al hombre". En el mundo necesita construirse la paz, pero también en nuestro país y en nuestro estado hay mucho trabajo por delante en este importante tema.