El nombre es común: Andrés López. El talento es descomunal. Es el más grande comediante de América del Sur. Y cómo nos hace falta reírnos. El vivió el periodo más álgido de las FARC y de la locura de Pablo Escobar y atravesó todos esos años a risa y risa. Y así, a sangre y fuego, forjó su comedia que hoy es ya legendaria en Colombia, Venezuela, Ecuador, Panamá, Costa Rica...
¿Y México? Esa era la pregunta hasta hoy, cuando finalmente, a la grande, Andrés López presente su primer gran show, La Pelota de Letras, en esta ciudad.
Andrés ha llegado, al fin. Y vino para quedarse. Porque todo aquel que asista esta noche al Centro Cultural Teatro 1 saldrá convencido que acaba de ver algo especial, diferente. Pero más aún: de camino a casa, tal vez, se dará cuenta que durante dos horas se le olvidaron los problemas, las deudas, la violencia, los muertos y hasta el precio del dólar. Y si observan con un poco más de cuidado, también notarán que se rieron desde los niños hasta los ancianos, y que el comediante los unió de generación en generación en un solo gran golpe de risa.
La Pelota de Letras es la narrativa, precisamente, de las generaciones, desde lo que el comediante llama “la generación puente”, la Generación de la Guayaba, integrada por los que crecieron viendo La Abeja Maya y Flipper; Lassie y Skippy el canguro. Una generación que soporta a la que creció escuchando boleros y a la que creció viendo la realidad solo en sus teléfonos celulares. Todas esas generaciones caen rendidas ante el humor de Andrés.
Es una radiografía de la realidad. Es standup. Es comedia. Y es el espectáculo principal de un hombre que nació para la risa y que la vive desde que se despierta hasta que se duerme, si acaso; porque es claro que en su cerebro, aún dormido, hay universos enteros de risa cocinándose a fuego lento para engendrar, al fin, algo tan impresionante como lo que se verá hoy. Esta vez, más que nunca, la frase “no se lo pierdan” es imperativa.
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