Sentados

Ciudad de México /

Primero, el vocero de presidencia se lanzó con todo contra la ministra Piña porque osó permanecer sentada ante la presencia del Tlatoani, “por no respetar el protocolo”. De hecho sí se paró, justo cuando pidieron saludar la investidura del ejecutivo, pero no antes, porque no existe protocolo que indique en qué posición debe ponerse la representante de un poder equivalente cada que éste entra, sale o levanta la mano. Lo que sí es que, si de romper formas se trata, esta administración se lleva las palmas: desde la primera dama magullando presidentes ajenos hasta López rehusándose a felicitar a Biden luego de su triunfo, pasando por los soldados armados en el Congreso y los vergonzantes soliloquios acaparadores que nos receta AMLO en las cumbres. Por no mencionar el ponerse al centro del podio, rodeado de sus secretarios y de generales, relegando a Santiago Creel y a la misma Norma Piña, presidentes de la Cámara de Diputados y de la Suprema Corte y representantes de los poderes Legislativo y Judicial, respectivamente, al rincón más alejado durante el aniversario 106 de nuestra Constitución política.

Para agravar, en esta primera vez cuando el mandatario y la ministra se encuentran personalmente en un acto público, en su turno al bat Piña exigió respeto a la división de poderes: “Una judicatura independiente es pilar de nuestra democracia, es el legado que nos transmite nuestra ley fundamental. La independencia judicial es la principal garantía de imparcialidad del Poder Judicial siempre en beneficio de la sociedad”.

El asunto, lo sabemos, no es protocolario sino de fondo. El presidente, en sus inseguridades oceánicas, no tolera acción alguna que no le muestre completa sumisión; peor aún si viene de una mujer que con apenas un gesto le enmienda la plana y le desnuda sus pequeñeces intelectuales, su incapacidad como estadista y su desprecio por el Estado de Derecho. Porque nadie estaría en el asunto si el vocero y las granjas de troles no hubieran remachado el percibido desaire hasta el cansancio, poniéndolo casi al nivel de la traición de Huerta, ni si al día siguiente, luego de haber enviado a sus solovinos a destazar a la ministra con todo, López no hubiera intentado mostrarse magnánimo diciendo que si Piña no se paró fue porque “yo creo que estaba cansada o no quiso”, pero que a él le dio muchísimo gusto porque eso mostraba cómo la sumisión de antes, cuando gobernaban los neoliberales conservadores, ya no es más: “¿Cuándo se había visto que se quedara sentada la presidenta de la Corte en un acto así?”, dijo, con una furia y un resentimiento que no cuajaban del todo con el sentido que dijo buscar cuando abrió el tema.

No debía sorprender a nadie que en la administración más corrupta, insegura, cruel e inepta en nuestra historia reciente, las prioridades absolutas del gabinete, de los gobernadores afines y del nuevo partido de Estado sean que no se mancille el frágil ego de un presidente cuya ocupación ha quedado reducida a glorificarse en las mañaneras y a hacer grilla. Y en esa hoguera de vanidades, los mexicanos todos somos daños colaterales.

Roberta Garza

@robertayque


  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Milenio (Milenio Monterrey y Milenio Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Milenio Diario con su columna Artículo mortis
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