Bill Cosby: el que ríe al último…

Ciudad de México /

Se puede violar mujeres y no cumplir una condena, porque pesan más los tecnicismos que la evidencia.

Al menos ese es el mensaje que se lanzó a la sociedad cuando la Corte Suprema de Pensilvania argumentó que Bill Cosby no tuvo un juicio justo y no debió haber sido arrestado en 2015. Su condena fue el primer veredicto de culpabilidad por agresión sexual contra una celebridad desde la aparición del movimiento mundial #MeToo.

Para Kara Alaimo, profesora asociada de relaciones públicas en la Universidad de Hofstra, quien fuera portavoz de asuntos internacionales en el Departamento del Tesoro durante la administración de Barack Obama, esta resolución rompe con el mito de que, después del #MeToo, los personajes famosos o poderosos no se salían con la suya pues las víctimas tenían voz. Todo es más ruidoso, pero la impunidad sigue.

Cosby, quien fue señalado por más de 60 mujeres de haberlas drogado y violado, solo pasó dos años en prisión y su condena, de por sí breve, de 10 años, fue anulada a pesar de que llegó a prisión tras haberse descubierto un testimonio de él hasta entonces secreto en el que reconocía que daba a las mujeres unos sedantes antes de abusar de ellas. Esto agregó a la denuncia en su contra un nivel de conspiración. Pero, aunque a ojos vistos esto es un agravante, no lo fue para los encargados de hacer cumplir la ley.

La Corte Suprema de Pensilvania consideró que se actuó de forma inadecuada contra el acusado, porque se tenía que haber respetado un acuerdo al que Cosby había llegado en 2005 con un antecesor en la Fiscalía de dicho distrito para indemnizar a la víctima por la vía civil y evitar un proceso criminal contra él.

En otras palabras, valía más un acuerdo entre hombres que la justicia. Se impuso el pacto patriarcal por encima del acceso a justicia de la víctima.

Por pacto patriarcal se entiende la complicidad histórica entre los hombres para mantener sus privilegios. De acuerdo con la filósofa Celia Amorós, se trata de un acuerdo implícito que valida la violencia contra las mujeres. Asimismo, se señala que “uno de los síntomas más evidentes de este acuerdo implícito consiste en minimizar las denuncias que hacen las víctimas de violencia de género”. Esas que se hacen “por exageradas”, “porque se lo buscaron”.

Al parecer el Estado fue incapaz no sólo de dar protección, sino que se convirtió en violentador. Pues como UN Women enuncia en su portal, “la violencia contra las mujeres y niñas abarca, con carácter no limitativo, la violencia física, sexual y psicológica que se produce en el seno de la familia o de la comunidad, así como la perpetrada o tolerada por el Estado”, que se da cuando se privilegian los acuerdos sobre la integridad de una víctima.

Para Cosby quedó claro: se puede violar a una, dos, tres, sesenta mujeres. El número y la premeditación no importa. En sus redes sociales externó un agradecimiento a la Corte Suprema “por defender el estado de derecho”. Y de las víctimas… ni quien se acuerde.


Por Sarai Aguilar Arriozola*

@saraiarriozola

*Maestra en Artes y doctora en Educación. Coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe UANL.

  • Sarai Aguilar Arriozola
  • Doctora en Educación, máster en artes, especialidad en difusión cultural
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