Kamala Harris: no bastaron cantantes y superhéroes

Ciudad de México /

“Crónica de una muerte anunciada” es el título que mejor se asemeja a la derrota demócrata de esta semana en Estados Unidos.

Ante una rotunda victoria de los republicanos que les permitirá controlar el Congreso con el retorno a la Casa Blanca de Donald Trump, no son pocos los análisis lamentando y fustigando al electorado por sus decisiones, al dar de nuevo la oportunidad a un controversial expresidente que en su segunda apuesta arrolló a su paso, con una victoria tan contundente que pocos se atrevían a prever.

No obstante, al parecer ni los gurús políticos cuasimilitantes ni los derrotados se atreven a buscar los factores de la derrota en su lado.

Lo primero que cabe destacar es que la derrota no es de Kamala Harris ni la victoria es de los republicanos. El verdadero perdedor fue el establishment demócrata, incapaz de entender el momento.

El posicionamiento de la vicepresidenta como candidata fue desde siempre una misión imposible. Su campaña fue acortada por un presidente que representa lo más típico de la visión patriarcal de un hombre blanco, la cual no difería grandemente del posicionamiento machista de Trump.

Y es que Joe Biden se aferró a una candidatura para la cual, notablemente, no contaba con las capacidades físicas ni mentales necesarias para sostener. No obstante, él y la cúpula del poder demócrata consideraban que, aun así con todas sus carencias, representaba una mejor opción que la mujer que lo acompañó en la fórmula gobernante.

Algunos podrán decir que Kamala tenía la suficiente exposición como vicepresidenta. Sin embargo Biden, durante su gris gestión, se encargó de que la labor de la vicepresidenta ni siquiera fuese notoria. Era preferible un hombre blanco con claras lagunas físicas y mentales, que una mujer. En en el fondo, los extremos siempre se parecen.

Pero, al final de cuentas, la paliza conseguida por los republicanos se logró gracias al discurso de Trump. Ese discurso para muchos tan insulso, pero lleno de odios, el cual no supieron descifrar sus adversarios, pero que daba voz a los miedos sociales de la población. Rencores que buscaban al villano favorito, alguien que lo encarnara, y que el magnate supo darle forma y nombre: la población inmigrante. Tampoco era un discurso azaroso, pues la misma ONU había hecho notar que la frontera más peligrosa de Estados Unidos era hacia el sur con México, con un transito exacerbado a últimas fechas.

Pero también sería injusto culpar del fracaso a la búsqueda de apoyo de las minorías. Sería más bien al falso interés por las minorías de a pie, pues los demócratas se dedicaron a cortejar privilegios para los ya privilegiados dentro de sectores minoritarios. Olvidaron que la vulnerabilidad no se da por una determinada orientación o un género, sino por la intersección de diversos factores. Y los representantes de las organizaciones civiles y de dichas minorías con los que los demócratas presumían cercanía no representaban a los verdaderamente vulnerables de estas poblaciones.

Al parecer, la élite demócrata no se enteró de cuándo perdió los estados del llamado cerco azul. Su derrota se explica por su lejanía con la población de a pie, confundiéndola con las legiones de las redes sociales, a quienes convocaron por medio de cantantes y superhéroes. Ni los Avengers en ensamble pudieron salvarlos del fracaso electoral provocada por la desconexión con la gente.

*Doctora en Educación. Máster en artes. Especialista en cultura con enfoque de género.


  • Sarai Aguilar Arriozola
  • Doctora en Educación, máster en artes, especialidad en difusión cultural
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