Monstruos”: el tribunal de la “opinión pública

Ciudad de México /

¿Qué mueve a la sociedad, la búsqueda de la justicia o el deseo de ser justicieros?

Al parecer no sólo a la sociedad sino a los medios de comunicación poco les importa generar juicios mediáticos o promover culpables sin pruebas o, lo que es peor, exhibir crímenes ya juzgados para revictimizar a todos los participantes o promover el morbo en torno a un crimen.

Tal parece ser el caso de la exitosa serie “Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menendez” estrenada en la plataforma de streaming Netflix.

El 20 de agosto de 1989, los hermanos Menéndez mataron a sus padres dentro de su mansión en Beverly Hills. La historia terminó en 1996 con la sentencia a cadena perpetua para ambos. El caso ha sido polémico pues, de acuerdo con diversos medios, entre ellos The Independent, las pruebas que se presentaron en un primer juicio, y que fueron en su mayoría descartadas para el segundo, así como documentos que se han dado a conocer en fechas más recientes, muestran que los hermanos padecieron desde temprana edad de una serie de abusos sexuales, psicológicos y verbales por parte de sus padres. Incluso estos abusos fueron reportados en su momento, según narra en su libro The Menendez Murders el periodista Robert Rand. En el libro se publicó una carta que Erik le escribió a su primo Andy Cano cuando tenía 17 años, describiendo los abusos sexuales de su padre, de los que su madre tenía pleno conocimiento y no los defendía.

Y lo que debería de avergonzarnos como sociedad, el que las infancias se vulneren sin que haya un sistema que los defienda, preferimos observarlos como coliseo romano. Y para ello, el guionista Ryan Murphy decidió que sería la audiencia la que lleve una vez más a juicio si los entonces jóvenes de 18 y 21 años son en verdad culpables en la serie de true crime. Pero nada más alejado de la realidad cuando el mismo título “Monstruos” los etiqueta y estigmatiza.

Y antes de que los justicieros de redes asuman que “se defiende a asesinos”, lo que se cuestiona es el sensacionalismo de medios y el sistema penitenciario punitivista que impone condenas incluso de por vida sin cumplir con el objetivo de rehabilitar o reinsertar personas privadas de la libertad.

Se ha comprobado que los medios influyen en los casos que hay lo que algunos expertos han llamado “criminalidad mediática”. Por ésta se entiende el hecho que se manipulen por parte de los medios de comunicación ciertos casos criminales y, a medida que se viralizan, generan “un sentimiento de inseguridad social, indignación y de desprotección”, lo cual termina por influir en las sentencias sin debido proceso.

Y aquí es donde deberíamos estar cuestionando los sistemas punitivos, en este caso como los de Estados Unidos, donde, a pesar de poseer largas condenas e incluso pena de muerte en algunos estados, existen cárceles con sistemas que controlan la vida de las personas privadas de la libertad en la totalidad la reincidencia es alta.

Un análisis del Departamento de Justicia de los Estados Unidos sobre las tasas de reincidencia en 24 estados concluyó que el 82 por ciento de las personas liberadas de prisiones estatales fueron arrestadas nuevamente al menos una vez durante los 10 años posteriores a su liberación. Contrario a sistemas como el noruego que han apostado por rehabilitar y reducir penas a máximo 21 años y con uso pleno de derechos. En el caso de Noruega la reincidencia ha disminuido hasta apenas un 20% después de dos años y cerca del 25% luego de cinco años.

¿La clave? Rehabilitar más que castigar. Reinsertar más que estigmatizar. ¿Podremos ver que el verdadero monstruo es la sociedad y no los menores en vulnerabilidad?

  • Sarai Aguilar Arriozola
  • Doctora en Educación, máster en artes, especialidad en difusión cultural
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