Hiyab y feminismo: carrera por la libertad

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Noor Alexandria Abukaram, una musulmana de 16 años, fue descalificada de una carrera escolar en Ohio a campo traviesa porque no tenía una exención para usar su hiyab. Su historia, compartida en una publicación de Facebook y retomada en días recientes por The Washington Post, ha puesto de relieve los códigos de vestimenta deportiva que, según voces críticas, discriminan a quienes profesan la fe islámica.

La Asociación Atlética de la Escuela de Ohio sostuvo que solo hizo cumplir sus reglas. Los estudiantes necesitan una exención para correr a campo traviesa con prendas religiosas. Ante lo ocurrido, Noor tramitó la suya, pero se pregunta por qué es necesario gestionar semejante permiso.

Resulta confuso dado que la libertad religiosa está consagrada en la Constitución de Estados Unidos. La primera enmienda dice: “El Congreso no aprobará ninguna ley que se aboque al establecimiento de religión alguna, o que prohíba el libre ejercicio de la misma”. El balance para el ejercicio de esa libertad radica en un Estado laico, lo cual se logra no apoyando una religión en particular y tampoco suprimiendo la libre expresión del credo de las personas.

Pero este debate no es exclusivo de EU. El tema del uso de la hiyab ha sido discutido ampliamente en los círculos feministas y políticos por la nueva composición demográfica. Debido a los flujos migratorios y la globalización, la población musulmana se ha incrementado en el mundo occidental. Esto no debería representar ningún problema, puesto que, al menos a nivel discursivo, la vigilancia y defensa de los derechos humanos están justo ahora en el centro de la agenda social y política.

En ese contexto resulta imposible, desde la defensa de la libertad de credo y expresión, no cuestionar las políticas impuestas por Holanda, que comenzó a aplicar desde agosto una controvertida ley que prohíbe en sitios públicos el uso de ropa que cubre la cara, medida que afecta a las musulmanas que llevan el burka o el niqab en un país que se ha distinguido como símbolo de libertad y tolerancia.

Holanda ya es el quinto país europeo que prohíbe las prendas islámicas en el transporte público, en los edificios del gobierno y en las instituciones de salud y educación, después de que Francia, Bélgica, Austria y Dinamarca aprobaran medidas similares. En Alemania no lo portan las funcionarias que trabajan de cara al ciudadano.

Las libertades de creencia y de libre expresión son derechos fundamentales. Vale la pena retomar la discusión de la compatibilidad de la democracia, el Estado laico y la práctica religiosa expuesta por el ya fallecido escritor egipcio Naguib Mahfuz, quien defendió la libertad de expresión, los valores universales y la convivencia entre las culturas musulmana y cristiana.

Este intelectual, que fue perseguido por sus ideas laicistas, reivindica que el Islam y la democracia son compatibles. Para Mahfuz, la diversidad de valores es un elemento enriquecedor y comprenderlo así constituye un factor positivo clave para evitar que, en nombre del laicismo, se anulen las expresiones de diversos credos.

Esto lleva a poner en perspectiva cierta interpretación occidentalizada de los derechos humanos. Vale la pena cuestionar si estamos dispuestos a defender la libertad de creencias solo cuando se ajustan a nuestros credos.

Tanto las recientes legislaciones de los países europeos como las reglas de la Asociación Atlética de Ohio olvidan que preservar los derechos del ser humano es una obligación que aplica para todos y no solo para agendas hegemónicas. Los derechos de las minorías no están sujetos a consenso ni mucho menos a solicitud de autorización, sino que se debe proveer garantías para el ejercicio de los mismos.

Resulta falaz escudarse en los derechos humanos, o más aun, detrás del feminismo, para negar el derecho a la libre expresión. Los derechos humanos son irrevocables y la libertad de creencia es uno de ellos.

Ahora bien, se comprende que movimientos como el feminismo cuestionen el uso de elementos que claramente atentan contra el empoderamiento y la igualdad de género. Pero incluso desde esta perspectiva, no es posible lograr reivindicaciones mediante la vulneración de derechos humanos.

No considerar este factor implica para el feminismo caer en la trampa de consolidarse como un movimiento que articula su discurso y demandas alrededor de una sola y exclusiva identidad femenina, delimitada de manera reduccionista, que tomar en cuenta que existe entre las mujeres una diversidad de identidades, incluidas las de las más vulnerables.

Es imposible luchar por el empoderamiento de las mujeres musulmanas y liberarlas de las instituciones religiosas por medio de la represión de sus derechos por el medio legal. No hay derechos humanos islámicos o cristianos. Ni feminismo occidental o musulmán. Los derechos humanos y el feminismo, en ese orden, son para todos. Hay que primero garantizar la libertad y después la diversidad. Es una carrera en la que ambas deben ganar. 


* Maestra en Artes y doctora en Educación. Coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe UANL.

  • Sarai Aguilar Arriozola
  • Doctora en Educación, máster en artes, especialidad en difusión cultural
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