El 9 nadie se mueve. Ese ha sido el grito de batalla para este 9 de marzo en México en reclamo por la ola de violencia, feminicidios y desaparecidas que invade el país. Pero, ¿qué tanta trascendencia han tenido los paros en la agenda social pro mujer? En Islandia, en 1980, Vigdís Finnbogadóttir llegó a la Presidencia. Fue la primera mujer en el mundo en ser elegida democráticamente en urnas como jefa de Estado. No lo impidió que fuera madre soltera y divorciada, algo impensable para algunas sociedades conservadoras.
No obstante, para la historia del movimiento feminista este hito no hubiese sido posible sin el paro de mujeres que ocurrió en 1975 en aquel país europeo. El llamado Día Libre en el que 90 por ciento de las mujeres abandonó sus labores en Islandia. Ragnheidur Kristjansdottir, profesora de Historia de la Universidad de Islandia, declaró a la BBC en 2015 que la idea de la huelga surgió del movimiento radical Red Stockings (Medias Rojas), fundado en 1970 y considerado “demasiado confrontacional” por mujeres de tendencias más moderadas.
El pleno apoyo a la iniciativa surgió cuando ésta fue renombrada como El Día Libre de las Mujeres. Y es que, como dice la académica, el énfasis se puso en la unidad de las mujeres de todos los estratos políticos y sociales. Una iniciativa fresca que, de acuerdo con esa información, tampoco encontró mucha oposición por parte de los hombres ni de personas de pensamiento conservador.
Hoy, 45 años después, México vivirá su propia experiencia de un paro. Esta idea llega tarde, en un contexto en el que la violencia contra la mujer se ha extremado. Sobre todo por la multiplicación de feminicidios, que no son casos aislados en el país. Están acompañados por otras manifestaciones como las redes de pornografía infantil, la pederastia y la trata de personas, principalmente contra mujeres y niñas. Aunque las causas sobran, a diferencia de Islandia, la cohesión no se da.
Sin embargo, si se alejan un tanto los reflectores del espectro político es imposible no ver una alerta en el ámbito de la sociedad de donde surgió la convocatoria. Las muertas y desaparecidas son una legítima preocupación, ajena a determinadas afinidades o agendas. Extraña que, a diferencia de Islandia, donde la legitimación del paro por parte de los partidos y empresarios abrió la puerta para el consenso social, en México existen quienes juzgan negativo que las empresas y organizaciones se solidaricen. El separatismo no puede aplicar en una agenda pro derechos humanos, que son el resultado de largos años de lucha por el reconocimiento de la dignidad básica de las personas.
Los derechos fundamentales son el pilar de cualquier lucha por la igualdad entre los seres humanos. Visibilizarlos es indispensable. Esto, que en Islandia se comprendió bien en su momento, es necesario en México. Como menciona Elizabeth Jelin, socióloga argentina, “reconocer y nombrar otorga existencia social y la existencia es un requisito para la autovaloración y para la reivindicación”.
Resulta un retroceso no involucrar a las esferas del poder en el paro, a los partidos entre ellas. Y también se debe aprovechar la oportunidad para ampliar los derechos civiles y políticos de las mujeres. No se trata, como dice la abogada feminista chilena Lorena Fries, de generar “mujeres que se mantienen fuera del ámbito del Estado y aparecen cada vez más encapsuladas en sus microrrealidades, mientras su capacidad para influir efectivamente en la modificación del contexto general es limitada”.
El 9 es para visibilizar, para sumar. El 9 nadie se mueve, pero después todos nos debemos mover para transformar un tejido social descompuesto. Las diferencias se pueden afinar después. Las muertes no esperan. De la unión depende el éxito de la convocatoria. No podemos fallar.
*Coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe UANL