Los 36 millones de mexicanos que eligieron el 2 de julio de este año a Claudia Sheinbaum como expectativa de tener a la primera mujer presidenta de México y quien ha prometido guardar el legado del presidente Andrés Manuel López Obrador, recibe un país con altos índices de violencia, inseguridad, además de un México polarizado.
Claudia, sin duda es un referente para las mujeres que rompe y termina con la expectativa de tradición machista en México y se focaliza en una agenda feminista para atender los grandes temas de las mujeres en nuestro país. Su política pública, encaminada en beneficio de ellas, agrega su intención de atender a la diversidad, en la que está la comunidad LGBTIQA+.
Lo más importante dentro de su agenda, es conservar y darle continuidad a la llamada 4T, incluida la consolidación con la política pública de AMLO, aunque se sabe que para muchos mexicanos es desalentador que gobierne con el mismo discurso de López Obrador. En este punto, dicho grupo rechaza la estrategia de militarización al país; tal como ella ha manifestado, en este momento se garantiza la seguridad y paz social.
Cabe mencionar que tanto simpatizantes como opositores, esperan que sea un gobierno democrático, abierto al diálogo y dispuesto a acordar con todos, ya que será presidenta de los mexicanos pese a que ha definido su gabinete con personajes cercanos a AMLO y en su minoría logró definir a su propio equipo, que realmente está alineado a la 4T, que no solo permita el segundo piso, sino por el contrario, dé la continuación absoluta. Nos queda la duda sobre cuáles serán sus principales desafíos en el escenario político para México en los próximos seis años. Lo que se espera de Claudia es que su camino vaya en el mismo rumbo de AMLO, con lo cual pueda generar mayor polarización y división, además de conflictos; mientras que la otra cara sería que se subiera al segundo piso, con un gabinete que represente a la minoría y con ello se ejerza la tan anhelada democracia.