¿Cómo cuidamos a la Policía?

  • Seguridad ciudadana
  • Sophia Huett

Ciudad de México /

La Policía es la cara visible de la seguridad ciudadana y en muchas ocasiones, el primer contacto de la ciudadanía con el Estado.

Cada cadete que se gradúa es una nueva esperanza para la comunidad a la que servirá, pero también para el país entero. Aunque si bien todavía hay casos de ciudadanos que optan por el uniforme al no encontrar otra opción laboral, existen cada día más mecanismos para que el reclutamiento permita captar a aquellas mujeres y hombres con verdadera vocación de servicio y una honestidad a prueba de cualquier tentación.

Y entonces viene el segundo y verdadero reto, tanto para la o el nuevo policía, la ciudadanía y las instituciones: ¿cómo cuidar y mantener la integridad del nuevo representante del Estado?

En el escenario actual de México la manifestación más trágica de la violencia son los homicidios, que para este 2020, cerrará con una cifra por arriba de los 40 mil. En el 2019 el costo del delito en nuestro país fue de 282 mil millones de pesos, con un costo por habitante de 6 mil 913 pesos, recursos que vendrían bien a la salud o la investigación científica, que tanta falta nos hacen en este momento.

Datos de la Encuesta de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) 2020, 3 de cada 7 hogares tuvieron una víctima del delito en 2019; los delitos más comunes fueron robo en la calle o transporte público, fraude, extorsión y robo parcial de vehículo. En el 43% de los delitos el delincuente portaba un arma de fuego y en el 47% de los casos se trató de solo un victimario.

¿Cómo mejorar estos números y, por ende, la calidad de vida de la ciudadanía? En lo primero que se piensa es en el buen funcionamiento de las instituciones de justicia y seguridad, en donde las tareas de las instituciones policiales son factor clave.

La experiencias internacionales y locales indican que mejoras en la eficiencia y efectividad de las Policías contribuyen en el corto plazo a reducir la violencia; sin embargo, se convierte en un doble reto para instituciones de seguridad que más rezago tienen y que más están sujetas a los cambios políticos.

Un problema común para la Policía, de todas las naciones y en todos los niveles de gobierno, es su susceptibilidad a la corrupción, lo que genera un factor demoledor en la confianza ciudadana, con consecuencias que van desde su disolución, la expansión de empresas de seguridad privada y la incursión de instituciones militares en materia de seguridad ciudadana.

A ello se añaden las propias carencias de las instituciones policiales como la escasez de recurso humano calificado, falta de condiciones laborales dignas y equipamiento, situaciones que a su vez incitan un círculo vicioso en cuanto a su eficacia, que crea desconfianza en la ciudadanía y aumenta la percepción de inseguridad. En este escenario, es probable que el ciudadano esté cada vez menos dispuesto a colaborar (y a cuidar) con la policía.

Dicho con total claridad, mejorar la seguridad no solo es aumentar el número de policías; es falso pensar que más policías disminuyen el delito. No solo es que la Policía busque disminuir el delito, sino que además conecte y trabaje con la ciudadanía.

Entonces ¿cómo cuidar a la policía?

Se requiere de un apoyo político decidido y constante, que se ocupe por entender la complejidad de la tarea policial y que contribuya a construir y cuidar a la policía que la sociedad solicita, edificando los puentes de comunicación cuando así se requiera.

También es necesario cultivar el capital humano, mediante la inversión que permita “cuidar a quienes nos cuidan”, como reza la idealista frase, que traduce en darles herramientas para su propia seguridad, condiciones laborales y fomento a la carrera policial, que aleje la idea de que se trata de un trabajo más y demuestre que es una vocación de vida.

Ello implica que también se activen al máximo los mecanismos anticorrupción y depuración, para que nunca un policía sienta temor o desconfianza de alguno de sus compañeros o compañeras. Es cuidar a la Policía desde adentro, con la consecuencia final de fomentar la confianza de la ciudadanía.

El camino es largo y hay que andarlo juntos, porque el día que la ciudadanía pierda a la Policía, ya no tendrá nada más que perder.

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