¿En dónde, con qué medio y quién mata a las mujeres?

  • Seguridad ciudadana
  • Sophia Huett

Ciudad de México /

Tanto en Guanajuato como en gran parte del país, el número de homicidios de mujeres aumentó significativamente en los últimos años.

Conocer en cifras cómo ocurren los homicidios de mujeres y quién los comete es fundamental para avanzar en su atención e incluir a la mayor cantidad de actores en conformación de soluciones.

Es necesario e indispensable abordar el término “feminicidio”, que en muchas ocasiones es el culmen de la “violencia homicida”, en la que se incluyen conductas como abuso verbal y físico, violación, abuso sexual, maltrato físico y emocional, entre otras tantas.

Para poder ampliar la información y análisis del tema, se hace referencia a un estudio estadístico elaborado por Datacívica, Open Society Fundations y el CIDE, basado en los registro de Mortalidad del INEGI, que dada su naturaleza, no tipifica si la muerte de una mujer corresponde a los criterios legales para determinar si se trata de un feminicidio.

Partiendo de esta aclaración, se puede citar que hasta antes del año 2009 los homicidios de mujeres ocurrían al interior de los hogares. A partir de ese año el número de mujeres asesinadas en la vía pública presentó un incremento gradual, en paralelo con el aumento generalizado de los homicidios.

Se registró también un cambio en el perfil de la edad de las víctimas, pues mientras en el año 2007 morían asesinadas 2.5 mujeres de 20 a 27 años por cada 100 mil, para el año 2017 se registraron 8.9 homicidios por cada 100 mil. Dicha tendencia se repite en el grupo de mujeres de 28 a 35 años en proporciones similares.

En cuanto a su estado civil, la proporción de mujeres víctimas de homicidio más alta se encuentra en el grupo de mujeres solteras, mientras que en el caso de los hombres, el aumento ocurre en el grupo calificado como en “unión libre”.

En el análisis de los datos desagregados, en cuanto a estado civil, de las mujeres asesinadas en la vía pública, la mayoría eran solteras. Para el caso de las mujeres viudas, el lugar de mayor frecuencia del homicidio es su hogar, seguido por el grupo de mujeres en unión libre o casadas.

Sobre la escolaridad, la mayoría de las víctimas mujeres contaban con educación preescolar, primaria y secundaria; ello puede interpretarse como que la violencia homicida tiene un efecto especialmente grave entre quienes no tienen un acceso pleno a la educación.

Para mujeres y hombres, la forma más común en la que se cometen los asesinatos es con armas de fuego en vía pública.

Sin embargo y ante la claridad de esta tendencia, los crímenes mortales ocurridos en la vivienda contra las mujeres es un tema que requiere especial atención, pues se trata de un espacio de riesgo principalmente para ellas.

Mientras que en la vía pública es más probable que ellas sean víctimas mortales de un arma de fuego, en el hogar es más común que sean víctimas de asfixia, envenenamiento, a causa de arma blanca o de fuerza corporal. Además, para las mujeres de 65 años, su hogar se convierte en el principal espacio de riesgo.

En cuanto al autor de la agresión, en el 49% de los casos se relaciona a esposos y concubinos, lo que no ocurre en los homicidios de hombres, en donde es más probable que el autor sea el padre, primo, hermano, sobrino e incluso la madre.

En los homicidios de niñas y niños, el padre y madre como los causantes, aparecen en la misma proporción. Sin embargo, cuando se entra en la adolescencia, en el caso de ellas, se relaciona a las parejas; durante la vejez, el principal agresor es el hijo.

Y si no fuera suficiente, para el grupo de entre 20 y 35 años, hay que sumar también como un posible autor a sus ex parejas.

En México, ni siquiera los estados con menores índices de homicidios han podido reducir la muerte de mujeres y niñas.

¿Qué significa todo ello? Que a la par de exigir a las autoridades hacer lo que les corresponde, se debe enfrentar adecuadamente la violencia que ocurre en casa: incluir a la sociedad en la discusión, motivar a la reflexión y buscar que los hogares dejen de ser un espacio de riesgo para las mujeres.

Una mujer asesinada no solo es una vida menos: es también hijos sin madre, un padre sin hija, una familia que se desintegra y una sociedad que va en camino a la descomposición.

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