Hace días vi un post de un antiguo colega en X. Me llamó la atención porque no sabía de él y lo que escribía era una reseña, una positiva, de una película que a nadie le gustó. Yo no lo sigo, no era un post viral y tenía muy pocas interacciones. Quise comentar y así es como me enteré, posiblemente una década después, que soy persona non grata en la vida de alguien de quien casi no me acordaba. La cada día más combativa y cruel plataforma de Elon Musk no tuvo empacho de informarme que había sido bloqueada por el remitente del mensaje que llegó a mi línea del tiempo digital.
¿Entonces para qué me muestra lo que escribió? Sí esa persona no quería que yo supiera de él, ¿por qué me llegó ese post en especial? Sabemos que Elon “desbloqueo” en automático a todo mundo que tenga un perfil abierto y que ahora a uno le llega lo que él y su algoritmo quiere, mucho más allá de mis intereses. Pero noto que esta red también se ha vuelto más hábil en cambiar el concepto de simple disrupción a conformación y conflicto. Y por eso me pregunto: ¿qué clase de realidad me están inventando el mundo virtual? ¿De verdad a tanta gente le importa la vida de Ángela Aguilar o solo se amplifica el odio para generar interacciones? ¿Cómo es posible que mucha de la publicidad pagada que me llega estos días son falsas publicaciones de medios donde solo se busca atacar a una institución o persona? ¿Cuándo ocurrió que “las notas comunitarias” serían el nuevo campo de batalla para desmentir verdades y afirmar mentiras?
Considerando que todo esto está pasando a escala micro, como me ocurrió que solo volvió para decirme que no me quiere, y a escala macro con cada tema político y social que importa, estoy entendiendo la idea de que un buen comunicador no debe interactuar en absoluto con las redes sociales de las formas que están tomando y en manos de quienes están.