Cuando hay temas tan terribles y de consecuencias devastadoras en las noticias, resulta absurdo y hasta bochornoso hablar de las campañas de odio y de desinformación en espectáculos. Excepto por el hecho de que podemos aprender mucho de la segunda, para no caer en la primera en lo que desinformación se refiere. Estas campañas se comportan de forma muy parecida en redes sociales, y eso puede servir para que entendamos un poco mejor cómo se batalla ideológicamente contra las cosas.
La gente está enojada, y tiene razón: nos han mentido por todos lados. Pero asumir que alguien es corrupto porque le gustó o no una película, tratar de suprimir una opinión distinta con amenazas de odio y de desprestigio, y atacar la estabilidad laboral y emocional de quien vierta una opinión opuesta ya se está saliendo de control.
Esta semana es Blanca Nieves, una cinta que lleva más de dos años en controversia ideológica en contra de lo woke, y cuya protagonista, Rachel Zegler, no “tiene la piel tan blanca como la nieve”, que parece ofender más a un grupo de gente que las noticias de crímenes y guerras que nos superan cada día. Tras ver la cinta, puedo reportar que su música y su ejecución son maravillosas; no me gusta nada el diseño de los siete enanos, y tiene un mensaje enaltecedor para la mujer, pero no va a arruinar la infancia de nadie.
Es otra versión del cuento que llega un poco tarde a estos tiempos ideológicos. Y ya. Eso no es lo que quieren oír las personas que esperan que se vierta odio. Sería tan corrupto hacer eso por los likes que lo que muchos asumen (¿cuánto te pago Disney?), ante todas las criticas positivas publicadas.
Bendito que en realidad no me gustó Emilia Pérez, no quería empezar el año con pleitos. ¿Se dan cuenta de lo absurdo que es esto? Y lo importante que es ver cómo es que ocurre para tener una opinión clara y propia sobre las cosas que realmente importan.