Hollywood se está reconfigurando de tantas maneras que —estoy segura— pronto lo dejaremos de reconocer. Con el anuncio de que la ceremonia de los premios de la Academia empezará su segundo siglo (2029) siendo transmitida a través de YouTube, y no por televisión abierta ni por cable, queda muy claro que, mientras algunos seguimos aferrados a un pasado romántico de pantallas grandes y eventos exclusivos, eso ya se está quedando solo como parte de la historia.
ABC (Disney) lleva más de cincuenta años transmitiendo la ceremonia y su alfombra roja. Siendo socios comerciales en México con Tv Azteca, por ahí llegó el acuerdo para que la ceremonia se transmitiera durante casi dos décadas. ¿Qué pasará ahora? Es pronto para saber si habrá interés y si aún será viable competir contra YouTube en cuatro años, si los derechos se seguirán repartiendo por países, e incluso si aún existirá TNT, que tan buen trabajo ha hecho durante años. Pero todo está cambiando.
Quienes nos dedicamos a la traducción simultánea y a comentar películas, ya llevamos un buen rato sabiendo que la tecnología y los creadores de contenido digital estaban ganando muchos de esos espacios. Eso ahora será un hecho consumado. Habrá que ver quién tiene acceso a esa alfombra roja, a los eventos especiales y a la ceremonia misma. ¿Es más democrático el concepto de transmitir al mundo entero con traducción automatizada simultánea y nuevas opciones sobre cómo y dónde ver el Oscar? Sí. ¿Es aún buen negocio para la televisión tener esto de frente? Difícil de creer.
La paradoja es perfecta: mientras el cine lucha por defender la sala como espacio sagrado, su ceremonia más importante se entrega a la plataforma que mejor entiende el consumo individual, fragmentado y bajo demanda. No es el fin del Oscar, pero sin la menor duda sí lo es de una era.